jueves, 21 de abril de 2011

Entre líquenes y musgo y tiempo

La carretera es más bien estrecha, dos coches caben sólo con cuidado. El tiempo está revuelto: oscuras nubes y, a veces, algún pequeño arcoiris aparece en lo lejano del cielo. Junto a la carretera, a la izquierda, una pendiente eterna y finita, verde, cargada de tomillo y de retama, pide la contemplación, nada más.

Por esa carretera el mundo deja de importar, y la vida se convierte en descanso y belleza, aun sin serlo del todo.

Siempre he querido ir y seguir yendo a estos sitios, aquéllos que habitualmente olvidamos entre el bullicio de las ciudades, entre los atascos, el humo y la falta de tiempo. Lugares en los que el tiempo no corre como en otras partes, sino que depende de la velocidad del ritmo del río. Lugares que -menos limpios esta vez que la anterior- son sin prisa y sin altanería.

No nos lleva a estos sitios el destino, sino la intención de encontrarlo.
No nos lleva a estos sitios el destino, sólo la búsqueda de todo.

domingo, 3 de abril de 2011

Artículos de no viajes

Me propongo, o mejor, me imponen, escribir un artículo para una revista austriaca, y no es que me importe, no, es, simplemente, que en alemán lleva más tiempo del debido, y eso supone abandonar otras tareas, pero bueno, no es que me disguste la idea.

Al principio no tenía ni idea de qué tema elegir, Javier Marías, pensé, hipertraducido y omnipresente en las librerías alemanas que conozco, no sé en Austria, pero supongo que igual. Lo descarté. Pero no lo hice con mala intención, sino porque tendría que leer todo lo que no he leído de él, que, he de confesar, ha sido bastante poco, pero me atraía la idea de un reto literario. Falta de tiempo. Imposible.

De repente me acordé de algo, de un poema, "Cementerio alemán, Yuste", de Álvaro Valverde. Alemán y no austriaco, pero bueno. De todas formas, si pienso hablar de Yuste, no puedo pasar por alto el monasterio, y con él la figura de Carlos V, de la casa de los Habsburgo, Austria. Así fue la idea, sin más. He recogido todos los poemas de la antología de Elías Moro sobre el lugar, los he leído y pienso releerlos, grabarlos, si hace falta. 

Iré a Yuste, claro, en Semana Santa si nada lo impide.

CEMENTERIO ALEMÁN, YUSTE
Lugar de vanos olivares, en efecto,
y de un hondo silencio que murmura
en la tierra sin llanto de la historia
bajo simétricas cruces, en la decisiva
alineación con que se enfrentan al olvido
ciento ochenta y dos soldados
alemanes caídos sobre España
en el azar perpetuo de dos guerras.

No viste la hierba sus méritos
en el aire, la precisión y el arrojo
de sus actos bajo el mar, el miedo
o la avidez de sus hazañas… la valentía, en suma,
de tanta irreparable juventud
sino esta paz continua que ahora,
en tierra extraña, los acoge y enumera,
lejanos camaradas compartiendo
el impensable honor de una belleza ajena
y misteriosa, que sin embargo os conmueve.

Estáis sentados frente al crudo silencio
-aún no ha sido rebasado por las aguas-
del capitán Otto Hartmann
y sus treinta y siete marinos, implacables
escoltas en la hora sin límite del espanto.

Más allá, bajo tupidas sombras, el viento
borra los impacientes labios de Gerhard Schütt,
que aprendió a matar sin haber besado nunca.

Cenizas de la Historia, son sólo historias
necesariamente anónimas, sin duelo,
heladas flores de un invierno sin fin,
apilados renglones de sangre y olvido.

A veces, el sueño de la vida os trae,
como ahora, y os hace bajar la voz
asomados a la borrosa verdad
de nuestras edades, a nuestros nombres
sin rostro que torpemente pronunciáis.

¿Buscáis acaso una señal que afirme
vuestra hora y os haga merecedores
de la urgencia o la felicidad?

Sabed
que toda paz requiere una derrota,
que la memoria no descansa en lápidas
ni inscripciones, que un mismo suelo
-doblemente extranjero- cruza
nuestras sangres con la vuestra
dando lugar al rumor que ahora escucháis.

Sabedlo: nada termina
para siempre. Nada sucede
para nada.

Daniel Casado (Oscuro pez del fondo)