sábado, 23 de julio de 2011

En Salamanca se lee

La constancia no ha estado nunca incluida entre las virtudes de uno. Ni la constancia ni la valoración del trabajo propio. Todo puede mejorarse, siempre. Y supongo que eso lleva a un estado de mediocridad autoimpuesta, o impuesta por naturaleza, váyase usted a saber. De esto, de la mediocridad y de lo que le cuesta a la gente reconocerla, hablaba hace poco con alguien cuyos proyectos salen normalmente a flote, porque son buenos. A uno quizá le gusta ser mediocre, es mucho más fácil no tener que responder a un esfuerzo constante al que, por otra parte, no sabe si podría hacer frente. La falta de constancia, supongo.

Pero hay quien elige los caminos difíciles, y ésos son los que acaban consiguiendo lo que los demás nos dejamos sin hacer. Presentarse sin complejos con su obra ante quien va a criticarla, sabiendo que lo que ha hecho está bien.

Quizá algunos tengamos la desgracia, o la suerte, según se mire, de no ser más que críticos, espectadores, lectores de una obra cualquiera, mientras que otros, con las puertas abiertas por la valentía, nos darán a los demás qué leer, qué ver, qué criticar.

En Córdoba se crea.

lunes, 18 de julio de 2011

75 años antes de hoy

Hoy. Justo hoy. Hoy se cumplen 75 años desde que se comenzara a destruir la democracia en España. Adiós a la República y sus avances democráticos, culturales, sociales... Hoy. Justo hoy. Hoy no estamos de celebración,  recordamos la desgracia, el horror, el dolor, la muerte, las ganas perdidas entre el fuego y la traición, las ciudades destruidas... Hoy. Justo hoy.

domingo, 17 de julio de 2011

La soledad de los libros

Ya llevo en Alemania más de dos semanas, casi un cuarto de la estancia total, y sigo creyendo que no estoy aprovechando el tiempo como debería. El tema de encontrar trabajo parece que está encaminado, no sé si serán sólo apariencias, los relatos que empecé se han quedado sólo en comienzos, las notas que he ido apuntando no sé si servirán para algo y las lecturas me he propuesto retomarlas hoy. Bueno, ayer.

Acabo de terminar de leer El Palacio de la Luna (Anagrama) de Paul Auster, y he de reconocer que todo lo que había leído sobre él es poco. No es que me haya gustado por la “feliz” historia, quizá tampoco por ser creíble, pero tampoco es poco real, es decir, las casualidades, esa improbable ristra de encuentros y desencuentros con el pasado y el futuro es, por prácticamente imposible, lo que hace la historia más cercana y más plausible, y también más trágica. La soledad, tan común en un mundo superpoblado, habita en cada una de las páginas de la novela.

Ahora me propongo empezar Campo de amapolas blancas (Tusquets), recomendación y ganas. Las ganas, de hace tiempo, la recomendación de no hace mucho, pero ahora que me recuerda a alguna conversación y alguna cena inesperada en la Plaza de Anaya, hace más cercana Salamanca. Como los emails. No pude evitar comprar el libro en la Feria del Libro de Madrid cuando pasé por la caseta de la editorial.

Dejarse a la lectura.

domingo, 3 de julio de 2011

Primeras sensaciones en la vuelta a Alemania

Llegué a Alemania hace tres días. El tiempo en Heidelberg es más bien fresco, y mi ropa para el frío es más bien escasa en estos momentos, espero que el no empeore la cosa.

Es tarde ya, son más de las once y todo el mundo duerme en la casa de Handschuhsheim, en Heidelberg. Todos excepto yo. Aún no he conseguido acostumbrarme al horario alemán, ni al de comidas ni al de trabajo, pero espero no tardar demasiado, porque pasarse todo el día cansado es horrible.

Me esperan dos meses largos, supongo, de lecturas y de escritura, y ya he empezado también a buscar trabajo, pero no sé cómo se dará la cosa, porque de los primeros sitios a los que he ido he salido igual que entraba.