sábado, 23 de julio de 2011

En Salamanca se lee

La constancia no ha estado nunca incluida entre las virtudes de uno. Ni la constancia ni la valoración del trabajo propio. Todo puede mejorarse, siempre. Y supongo que eso lleva a un estado de mediocridad autoimpuesta, o impuesta por naturaleza, váyase usted a saber. De esto, de la mediocridad y de lo que le cuesta a la gente reconocerla, hablaba hace poco con alguien cuyos proyectos salen normalmente a flote, porque son buenos. A uno quizá le gusta ser mediocre, es mucho más fácil no tener que responder a un esfuerzo constante al que, por otra parte, no sabe si podría hacer frente. La falta de constancia, supongo.

Pero hay quien elige los caminos difíciles, y ésos son los que acaban consiguiendo lo que los demás nos dejamos sin hacer. Presentarse sin complejos con su obra ante quien va a criticarla, sabiendo que lo que ha hecho está bien.

Quizá algunos tengamos la desgracia, o la suerte, según se mire, de no ser más que críticos, espectadores, lectores de una obra cualquiera, mientras que otros, con las puertas abiertas por la valentía, nos darán a los demás qué leer, qué ver, qué criticar.

En Córdoba se crea.

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