Dije que volvería
Llegué de Berlín hace justo, hoy, una semana. Digo lo de hoy porque faltan más de once horas para que se cumpla, con justicia , la semana. El viaje no fue demasiado cómodo al ir, mucho más al volver. Nueve personas en una furgoneta que recorrió Alemania entera, desde la Hauptbahnhof (estación central) de Heidelberg hasta la estación de Westkreuz (Cruce Oeste) en Berlín. Seis horas y media de camino con dos paradas de unos quince minutos y unos asientos duros y estrechos, además de un silencio absurdo, para más de 600 kilómetros. Si esto se lo dijera a mi abuela no sería nada comparado con andar día y noche para llegar a Córdoba, o a Puertollano, o a casa, pero los tiempos no son los mismos (ni tampoco el año). Berlín sigue como estaba. Grande, majestuosa, destruida y reconstruida, pisoteada por miles de turistas a cada segundo, y descubierta por cientos de personas como una ciudad que es mucho más, que merece mucho más, que tiene mucho más, cada día. Paseando junto a la East Side Galle...