Ya llevo casi dos meses en el barrio de Handschusheim, en Heidelberg, y no es que me sienta casi como en casa, es, simplemente, que estoy haciendo una casa de esta habitación en la que paso las noches más despierto que dormido. El número de libros aumenta considerablemente gracias a los Antiquariat que venden libros rarísimos, antiquísimos y seguramente descatalogados a precios de risa, a Reclam, que con calidad de libro de bolsillo tiene unos contenidos que podríamos comparar, quizá, con los de Cátedra en España, pero a precios absurdos (Kafka, dos euros, Hauptmann, uno sesenta), y a mis ganas de comprar libros para no saber cuándo podré leerlos.
Además de la pequeña colección de libros que se está montando encima del escritorio, justo a mi izquierda ahora mismo, llegan cartas, postales, sorpresas por correo. La última desde Plasencia, como, curiosamente, muchas otras veces, pero con una remitente diferente. Con postal incluida, y con una caligrafía casi perfecta a pesar de los tópicos, a uno le escriben a Alemania, como si realmente estuviera en casa, y es que, para sentirse en casa, sólo hace falta que alguien sepa que quieres sentirte así. La chica del espejo.
Me alegro mucho de esa colección de libros creciente y ese correo :)
ResponderEliminarTe quedarás mucho tiempo por ahí???
Un besazo^^
Yo también me alegro, pero me vuelvo pronto y no sé cómo lo voy a meter todo en la maleta.
ResponderEliminarUn beso.:D