viernes, 18 de junio de 2010

Acalla un poco la lengua portuguesa

Los que estaban en la caverna de Platón creían que no existía otra realidad más que las imágenes que se proyectaban en la pared. Creo que es lo que pasa hoy mismo. De alguna forma, estamos encadenados, mirando lo que ya no es. Me refiero al mundo de la política, de la economía, etcétera. Estamos recibiendo imágenes que a una parte del mundo le interesa que tengamos y las estamos aceptando. Y si hay un lugar donde eso se expresa rotundamente es en el mundo mediático. Por eso, ya casi no escribo para los medios.
No tengo mucha confianza en la eficacia de la reflexión a través de los medios. En el diario aparece una columna breve con una reflexión, perdida en un gran océano de cuatro o seis páginas de deportes, otras tantas de espectáculos y otras de novedades, curiosidades y chismes. El pensamiento y la reflexión merece un espacio mínimo en los diarios; como mucho media página. Y si hablamos de la televisión, directamente no existe.

José de Sousa Saramago

miércoles, 16 de junio de 2010

Sophie

Hoy, ahora, no sé por qué, y si lo sé no quiero decirlo, me ha venido a la mente una imagen, la de una niña pequeña, rubia, de ojos claros y voz aguda, que habla en francés. Enfundada en un pantaloncito azul y una camiseta blanca, rodeada de una especie de tela de cortina de colores y un paraguas gigante para su tamaño; Sophie se ha presentado en mi habitación, se ha sentado a mi lado, en un pequeño taburete que hay en mi escritorio, y me ha sonreído, con suavidad, con la delicadeza de una joven niña de tres años.

Es verdad que ya no tiene tres, sino cinco, y que seguramente ella no recuerde a aquel extraño que invadió su casa, que no hablaba su lengua, aquel tipo al que tenía que repetir una y otra vez los enunciados de una conversación bilateral en un francés de bajo nivel léxico.

Y ya digo, no sé por qué me ha llegado ese pensamiento a la cabeza, ha sido repentino, brusco, silencioso y sigiloso a un tiempo, pero también bien recibido. Me alegra acordarme de ella, de la ingenuidad de una niña, de una infanta que sueña arropada aún por sus padres, que mira al cielo y sólo ve nubes de felicidad, que no tiene que preocuparse por nada de lo que pase a su alrededor. Una pequeña que algún día será capaz de cocinar, de conducir un coche, y que, ahora, en los parques, aún es ajena al mundo, aún es feliz.

Me gustaría volverte a ver, ahora, Sophie, ahora que aún puedes ser feliz. Mientras tanto, no me recuerdes, no tengas conciencia de lo que es el mundo, sé humana, vive en tus parques y en tus juegos de infancia, vive con una sonrisa en los labios, vive, en definitiva, que ya tendrás tiempo para tener vida. Sigue sonriendo, así, y quédate si quieres en el taburete, pero no mires lo que hago, yo ya sé qué es la vida.

martes, 15 de junio de 2010

Jugar a no volver

Qué extraña sensación es aquélla que nos invade cuando en casa nos sentimos extranjeros. El olor de las plazas nos resulta familiar, conocido, hasta estimulante y reconfortante; el sol, sofocante, nos pide a gritos que lo liberemos de los tópicos asesinos que le acechan y le respondemos con mangas cortas y gafas-anti-él, es el mismo calor de todos los veranos; las fuentes que brotan agua llaman al viandante a refrescarse con la familiaridad de la vida cotidiana; las piedras de las calzadas, las de las casas, los balcones, las estatuas, las iglesias, las plazas, las farolas y los parques nos conocen, están donde siempre, y la sensación que nos recorre cuando andamos por un lugar conocido, por casa, es infinitamente bella. Pero los escaparates no son los mismos, la gente no es la misma, y si lo es nos mira como si no lo fuera, el mundo activo sí que cambia, y no nos recibe con la sonrisa con la que lo hace el mundo pasivo, el patrimonial, no, lo hace como si nunca antes hubiéramos pisado estas calles, como si los semáforos sólo nos los hubiéramos encontrado en verde, como si de las voces de la pelea sólo nos llegaran los ecos.

Uno no logra encontrar su lugar entre la gente, sino en un punto geográfico concreto y, quizás allí también encuentre a esa gente.

Apátrida y sin saber por qué, empiezo ahora a ser inmigrante en Selene.

domingo, 6 de junio de 2010

Gustos raros

Me gusta todo lo que una persona pueda conseguir sin tener que comprarlo, y todo lo que pueda regalar sin tener que venderlo.