martes, 15 de junio de 2010

Jugar a no volver

Qué extraña sensación es aquélla que nos invade cuando en casa nos sentimos extranjeros. El olor de las plazas nos resulta familiar, conocido, hasta estimulante y reconfortante; el sol, sofocante, nos pide a gritos que lo liberemos de los tópicos asesinos que le acechan y le respondemos con mangas cortas y gafas-anti-él, es el mismo calor de todos los veranos; las fuentes que brotan agua llaman al viandante a refrescarse con la familiaridad de la vida cotidiana; las piedras de las calzadas, las de las casas, los balcones, las estatuas, las iglesias, las plazas, las farolas y los parques nos conocen, están donde siempre, y la sensación que nos recorre cuando andamos por un lugar conocido, por casa, es infinitamente bella. Pero los escaparates no son los mismos, la gente no es la misma, y si lo es nos mira como si no lo fuera, el mundo activo sí que cambia, y no nos recibe con la sonrisa con la que lo hace el mundo pasivo, el patrimonial, no, lo hace como si nunca antes hubiéramos pisado estas calles, como si los semáforos sólo nos los hubiéramos encontrado en verde, como si de las voces de la pelea sólo nos llegaran los ecos.

Uno no logra encontrar su lugar entre la gente, sino en un punto geográfico concreto y, quizás allí también encuentre a esa gente.

Apátrida y sin saber por qué, empiezo ahora a ser inmigrante en Selene.

2 comentarios:

  1. Me siento bastante identificada con esta entrada.La verdad es que,al regresar a casa,siento que pertenezco aqui,noto que algo en el ambiente,en sus calles,sigue siendo igual,pero por otro lado siento que no es mi sitio.Me siento un poco aparte de esa gente a la que antes miraba a los ojos y comprendía.La sigo queriendo como antes,pero creo que ando en otra órbita,ya no me desplazo con ellos,y aunque siga cerca,y los vea y comparta cosas,no percibo ese calor tan tierno que me hacía sentir tan feliz.
    Es una sensación bastante desgarradora esta de ver los efectos de la distancia,de los cambios y del paso del tiempo.Desgarrador.
    Es el sentimiento de que conoces ese mundo porque siempre has estado en él,pero este gira,y las cosas cambian...
    Creo que no pertenecemos a ningún lugar,simplemente estamos de paso en algunos lugares por decisiones(meditadas o no),o por mero azar,pero siempre nos gusta,o al menos a mí,sentirnos enraizados a algún sitio,tener a "nuestra" gente siempre y consolarnos pensando que el tiempo no pasa,y que las relaciones no se enfrían.Somos ilusos.
    En fin,¿Por qué me motivo siempre escribiendo?XD
    Lo siento,los sentimientos de la identificación surgen.
    Un beso,selenita.Cuídate

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  2. Sí, Manuel, en casa y extranjeros: el eterno dilema humano. A propósito de mi última entrada, te recomiendo a tu -extranjero- compatriota M. Scheler.

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