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Mostrando entradas de mayo, 2014

Las ilusiones

Uno a veces intenta convencerse de cosas, para bien o para mal, las piensa y se las replantea, les da vueltas, como si con una vuelta más, girándola de tal o cuál manera consiguiera que cambiaran, que encajaran como deben encajar en el puzzle que se ha montado sin saber cómo ni cuándo. La ilusión, a veces, hace el resto, pero la ilusión no es realidad. Para nada. La ilusión es la idealización de algo que creemos que es verdad, "espero mi cumpleaños con ilusión". No es tu cumpleaños, sino que creas la ilusión de que lo es, y, cuando llega, la ilusión que tenías se convierte en realidad y nunca es la misma. Podemos escuchar a alguien decir, por ejemplo, que los niños esperan "con ilusión a los reyes magos". Una mierda. No son verdad esos reyes, les hacemos creer a los niños que lo son, pero es mentira, para qué lo hacemos es otra cuestión, pero les creamos una idea, la alimentamos, aunque sepamos la realidad, sin importarnos mentirles, porque la "ilusión" de...

Apología del papel

Me dijo una vez un profesor que era un romántico, por estudiar lo que elegí, y por querer estudiar lo que terminé no eligiendo. Supongo que es verdad, y supongo que se puede contar como romanticismo en el siglo XXI preferir el papel a lo digital. Ya conté hace algunos días que prefería las cartas . Y las prefiero por muchas razones, sobre todo por la historia. Desde siempre, creo, he despreciado en cierto sentido el tacto, así en general, como sentido. ¿Para qué queremos el tacto, para quemarnos, sentir frío, dolor, picor...? A veces otros cuerpos, otras manos, el papel, la suavidad de las paredes... Sí, es verdad, pero no sé si alguna de estas cosas es imprescindible. Seguramente no lo sea nada, o, al menos para mí, no creo que lo sean, pero hay algo, la historia, que se siente con los dedos, con las manos, con el cuerpo en general. Dejar que unos dedos se posen sobre unas páginas, que toquen y sientan lo mismo que hace cien años tocó otro alguien, exactamente lo mismo; eso es histori...

Los poetas

Me he preguntado alguna vez para qué siguen existiendo los poetas, o incluso cómo es posible que sigan existiendo, si todo lo que escriben, da igual qué, ya lo habrá dicho alguien, de alguna otra forma, y seguramente mejor. No hay nada nuevo en la poesía: vacío, amor, muerte, odio, vida, incertidumbre, destino... temas universales, como el hombre, tratados por hombres de antes y de ahora. ¿Para qué existirán, pues, los poetas, si repiten lo mismo en otros versos? ¿cuál será la necesidad que los impulse a reescribir una y otra vez lo que otros ya han escrito? Hoy creo saber la respuesta, y sencilla casi tanto como lógica: porque son otros los que habían escrito, porque decir por uno mismo no es lo mismo que decir por los demás, aunque el sentimiento sea el mismo, aunque la verdad sea igual de verdadera y el ideal igual de universal.  No nos sirven los versos de Quevedo si queremos decir lo que dice Quevedo, sólo si queremos reconocerlo, no nos sirven los de Goethe si lo que queremos...