La pandemia, la escala de valores y el campo
Me fascinan los cambios. Los hay constantemente y de todo tipo: cambios de planes, de ropa, de ciudad, de casa, de amistades, de pareja... Los que son visibles, como cambiar los colores de la habitación en la que duermes a diario, son sencillos de aceptar: antes se veía esto, ahora se ve esto otro, ya está. Otros, como los cambios de planes, pueden ser propuestos por uno mismo: no vamos a este restaurante, vamos a este otro; y no se aceptan del todo mal. Algunos son inevitables, como tener un plan de trabajo para toda la tarde y acabar en el hospital por la ingesta de un alambre mientras comes guisantes - tal vez algún día cuente esto por aquí -, y ahí sólo cabe la resignación más absoluta. Los hay difíciles de aceptar, que son los que afectan verdaderamente a los sentimientos: que alguien desaparezca de nuestras vidas, por ejemplo. La muerte es un cambio difícil de asumir, pero es lógica. Sabemos que va a llegar y llega. Aunque no siempre avisa, no oculta sus intenciones. Seguramente...