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Mostrando entradas de mayo, 2013

Sobre el Rin y los pueblos

Prometí intentar traducir el texto de Carl Zuckmayer y aquí está el resultado. No soy traductor, y, ya se sabe, no se le pueden/deben pedir peras al olmo. Sobre el Rin, algo más sobre eso. Sobre el Rin. Sobre el gran molino del pueblo. ¡Sobre el lagar de Europa! Tranquilamente ahora póngase delante todos sus antepasados desde el nacimiento de Cristo. Aquí hubo un capitán de batalla romano, un tipo negro, moreno como una aceituna madura, que enseñó latín a una joven rubia. Y tras él llegó a la familia un comerciante de especias judío, un hombre serio, que antes de casarse se volvió cristiano y fundó la tradición católica en casa. Y tras esto se unió un médico griego, o un legionario celta, un lansquenete grisón, un caballero sueco, un soldado de Napoleón, un desertor cosaco, un filonero de la Selva Negra, un joven molinero peregrino de Alsacia, un gordo barquero de Holanda, un magiar, un pandur húngaro, un oficial de Viena, un actor francés, un músico de Bohemia. Todos ellos han vivido,...

Donde se queman libros, se acaban quemando personas (H.Heine)

El 10 de mayo de 1933 tuvo lugar en Alemania uno de los episodios más tristes, denigrantes, duros y absurdos contra la cultura que cualquier país, ciudadano, entidad y, en general, sociedad, pueda llevar a cabo, la Bücherverbrennung (Quema de libros). En las plazas de muchas ciudades alemanas se quemaron todos los libros que se encontraron de autores que no eran adeptos a la causa de Hitler, los llamados Undeutsch, un término que niega lo alemán. La mayoría de estas plazas están muy cerca de las Universidades, y no en especial como amenaza a los intelectuales, qué va, sino por quien lo llevó a cabo. En Berlín, por ejemplo, en la Bebelplatz, los estudiantes seguidores de las ideas del partido nacional-socialista quemaron cientos de libros, y allí se encuentra el monumento subterráneo en memoria a esos libros y a sus autores: un cristal deja ver, en el suelo, una sala donde las paredes son estanterías blancas y vacías, en las que, según tengo entendido, cabrían 20.000 libros. No creo equ...

Bonn: Altstadt, el barrio en el que vivo.

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La primera vez que pisé Alemania fue en abril, a finales de abril del año 2007. No era normal, nos decían, el calor que estaba haciendo, y sería así, pero no nos importó demasiado a todos los que íbamos porque pudimos disfrutar del sol y de los paisajes alemanes, entre ellos la impactante Selva Negra. Además, acostumbrados a las altas temperaturas que se dan en Extremadura en verano, el calor de aquí sólo incomodaba porque no era esperado y nuestra ropa no era la más adecuada para soportarlo, por lo demás, felicidad. Fue ésa la imagen que me llevé de aquí, el sol y el calor que todos decían que aquí no existía, así que, en cierto sentido, para mí, aunque sé que no es así, Alemania tiene algo de cálida. Las demás veces que he venido, he ido descubriendo la niebla, el frío y la lluvia. La nieve. La vida de casa, con esa forma típica que tienen de crear ese ambiente casero con olor a madera y a vela y que, extranjeros de nosotros, seguramente nunca podamos crearlo. Pero después del invier...