Me gusta viajar. Me gusta el hecho de viajar. Me gusta sentir que bajo mis pies el mundo avanza. Me gusta sentarme en el asiento 56 del tren en Sevilla y aparecer en Granada horas más tarde. Me gusta mirar por la ventana cuando viajo. Conducir, despacio, por las calles de cualquier ciudad, conocida o no, en semisomnolencia, es un placer recién descubierto y actualizado día a día. Me gusta que el coche esté vacío, o que la gente calle, y se escuche la radio, sin más, y se desplace sin miedo y sin agravio por una carretera, mejor curvada que recta, mejor lenta que rápida, mejor por placer que por necesidad. Me gusta conducir, lo reconozco, me gusta pero sin impaciencia, sin la presión de quienes pitan y pitan, de quienes corren, de quienes luchan con los demás por hacerse un hueco al adelantar, de quienes miran con violencia a los demás... Me gusta que la luz de los faros del coche avance en la oscuridad de la noche, en algún camino perdido y bacheado que llega a nosesabedónde. Me gusta....