Es en estos momentos en los que la gente hace balance del año que está por terminar, cuando faltan menos de cuatro horas para poner un tres sobre el segundo dos, y también cuando se hacen los propósitos y se desea para el del tres. Lo cierto es que yo tengo poco que hacer en favor de este 2012, pues buenas y grandes han sido las alegrías, y pocas pero más grandes han sido las penas.
Dos mil doce ha sido un año en el que, por suerte o por desgracia, he visto la necesidad de los demás, el desconcierto de la falta temporal, el de la ausencia eterna.
No hay trenes que cubran todas las distancias ni, aunque los haya, pueden cubrirse siempre. No es tan fácil como ir a la estación y montarse, ni tan fácil ni tan legítimo ni tan bueno.
Hay quienes se van, pero hay quienes desaparecen, hay quienes emprenden un viaje y quienes lo terminan sin nosotros. Pero, sin desesperar, comprendemos que, también a veces, aunque pareciera imposible, hay quienes, en mitad de un viaje, parecen querer compartirlo.
Qué traerá el año no lo sabemos, pero está bien así, porque lo desconocido atrae, porque lo difícil acaba gustando, porque lo feo nos ayuda en el camino.
Lo firmo, especialmente las dos últimas líneas. Espero que lo pasaras bien anoche después de nuestro breve encuentro ;)
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