Irse y no volver
De algún modo se me hacía extraño el ir y venir hace unos años, tanto paso de un país a otro, de una lengua a otra. Imagino a la gente que llega por primera vez a un nuevo país, a una nueva casa, que no sabe muy bien cómo o qué ha de hacer para establecerse. Y me veo un tanto reflejado. Desde hace algún tiempo, se me hace raro volver solamente, como si el lugar al que llego me fuera más extraño, como si España no tuviera el sentido que tenía hace unos años. A eso se le suma que ahora vivo en Sevilla, una ciudad que, quien me conoce lo sabe, no me entusiasma y tiene difícil acabar siendo el lugar en el que me sienta tan a gusto como me he llegado a sentir en Salamanca o en Bremen: mi huida ha sido hacia el norte para acabar ahora en el sur; mi ritmo ha sido la calma para llegar ahora a la agitación; mi vida ha ido hacia el silencio para llegar al ruido. Hay quien prefiere esta vida de gente y ajetreo, quien la valora por encima de todas las cosas. Yo trato de hacerlo, pero ...