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Mostrando entradas de febrero, 2019

Irse y no volver

De algún modo se me hacía extraño el ir y venir hace unos años, tanto paso de un país a otro, de una lengua a otra. Imagino a la gente que llega por primera vez a un nuevo país, a una nueva casa, que no sabe muy bien cómo o qué ha de hacer para establecerse. Y me veo un tanto reflejado.  Desde hace algún tiempo, se me hace raro volver solamente, como si el lugar al que llego me fuera más extraño, como si España no tuviera el sentido que tenía hace unos años. A eso se le suma que ahora vivo en Sevilla, una ciudad que, quien me conoce lo sabe, no me entusiasma y tiene difícil acabar siendo el lugar en el que me sienta tan a gusto como me he llegado a sentir en Salamanca o en Bremen: mi huida ha sido hacia el norte para acabar ahora en el sur; mi ritmo ha sido la calma para llegar ahora a la agitación; mi vida ha ido hacia el silencio para llegar al ruido. Hay quien prefiere esta vida de gente y ajetreo, quien la valora por encima de todas las cosas. Yo trato de hacerlo, pero ...

Té caliente y lago helado

La primera vez que vine aquí me sorprendió su vacío: calles llenas de tiendas casi tapiadas, puertas cerradas, mesas recogidas… Prácticamente todo estaba hibernando, esperando una fecha mejor, supongo, dando idea de lo que este sitio podría ser a lo largo del año, pero que no es cuando termina la época turística. Me parecía sorprendente que no hubiera casi nadie, ciertamente, que apenas nos cruzáramos con un par de personas en el rato que pasamos M. y yo aquí. En las colinas que rodean al lago reinaba un color grisáceo, un cielo monótono y oscuro y la nieve aún no había hecho su primera aparición de la temporada de invierno que acababa de estrenarse. Supuse que el pequeño pueblo junto al lago se llenaría de turistas en verano, que vendrían a bañarse y a relajarse aquí alemanes, franceses, suizos, italianos… Las heladerías daban una pista de ello, y las tiendas de recuerdos de la Selva Negra -licores, cervezas y carne incluidas, pero, sobre todo, carísimos relojes de cuco-, también. S...

Cuatro meses después

Hace algo más de cuatro meses que llegué a Freiburg im Breisgau (Friburgo de Brisgovia dicen que se dice) una de las ciudades más ecológicas de Europa y la que disfruta de más horas de sol al año en Alemania. Sorprendentemente, esta ciudad rodeada de árboles, bosque y nieve en estas fechas, ofrece a quienes la habitamos unas pocas de horas de sol cada pocos días. Nada que ver con Bremen, donde el sol no se dejaba ver en meses completos y el cielo estaba cubierto de un gris de silencio y vacío al que había que acostumbrarse con tiempo y paciencia. Ahora esta luz me parece casi artificial, impropia de este país y, en cierto modo, echo de menos las nubes oscuras y las noches largas de la pequeña ciudad hanseática. Siempre he sido, contrariamente a lo que se esperaría de alguien de mi latitud, bastante más nocturno: he preferido leer y trabajar de noche, escribir y vivir de noche, dormir largamente las mañanas, con la luz entrando entre las cortinas, escuchando la vida ahí afuera, mientra...

Cambiar la voz

Imagino que todos buscamos nuestra voz de algún modo, nos movemos por el mundo sin saber qué intentamos encontrar, o incluso sin saber si vamos a dar con algo, pero supongo que de una u otra manera lo que tratamos de hacer es hallar la forma ideal de expresarnos, de sonreír, de mirar, de contemplar el universo y lo que nos rodea. Seguramente no toda la gente es consciente de ello, o tal vez no quieran serlo. Yo sé que viajamos, que viajo, para saber lo que ansío. ¿Cómo es posible siquiera querer algo cuya existencia desconocemos? Tal vez no viaje, siquiera, tal vez sólo me mueva, sólo ande yendo y viniendo para contemplar paisajes y agonías, para escuchar otras voces y otros tiempos, tocar otras monedas, rozar otras vidas, descubrir otros sonidos y otros ritmos. Tal vez la vida no sea más que eso: el movimiento, un espacio que se desplaza en el que el único escenario somos nosotros, que cambiamos con el decorado. Tal vez es en nosotros donde suceden realmente las cosas, no ahí afuera...