Bulgaria II: Tres lecciones
Bulgaria me está dando lecciones muy intensas en bastante poco tiempo. Lo primero que se aprende al llegar es que hay que mirar bien al suelo, porque caminar por estas calles no es siempre sencillo: un ojo al suelo y otro al frente para evitar el tropiezo. Esa lección tendría que haberla traído aprendida de casa. Deberíamos traerla aprendida todos, de hecho: es imposible avanzar si no se mira bien el terreno, si no se sabe dónde se está y cómo se está, si no se calcula la distancia necesaria entre un pie y el otro, si no se aprecia el socavón en la tierra por la que nos movemos. Ir como pollo sin cabeza no siempre es buena técnica, y no es lo mismo que improvisar. La segunda lección imprescindible en este país es que no hay que hablar con la cabeza ni hacerles caso a las cabezas de la gente. Físicamente, quiero decir. Al pedir agua en un restaurante, por ejemplo, el camarero puede mover la cabeza con un gesto que puede parecernos de resignación, casi de desagrado. En cambio, ése será...