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Mostrando entradas de febrero, 2010

Don González

LAS PALABRAS INÚTILES Aborrezco este oficio algunas veces: espía de palabras, busco, busco el término huidizo, la expresión inestable que signifique, exacta, lo que eres. Inmóvil en la nada, al margen de la vida (hundido en un denso silencio sólo roto por el batir oscuro de mi sangre), busco, busco aquellas palabras que no existen - quizá sirvan: delicia de tu cuello… - que te acosan y mueren sin rozarte, cuando lo que quisiera es llegar a tu cuello con mi boca -… o acaso: increíble sonrisa que he besado -, subir hasta tu boca con mis labios, sujetar con mis manos tu cabeza y ver allá en el fondo de tus ojos, instantes antes de cerrar los míos, paz verde y luz dormida, claras sombras -tal vez fuera mejor decir: humo en la tarde, borrosa música que llueve del otoño, niebla que cae despacio sobre un valle - avanzando hacia mí, girando, penetrándome hasta anegar mi pecho y levantar mi corazón salvado, ileso, en vilo sobre la leve espuma de la dicha. Ángel González

Sobre los adoquines

Paseaba por una calle céntrica de una gran ciudad, desconocida hasta el momento en el que apareció ante sus ojos la estación, con sus andenes, sus pasajeros, sus maletas, y fue poner un pie en un adoquín y sentirla como suya. Ya entonces empezó a temer la vuelta, intentó buscar cualquier excusa para permanecer allí sólo unas horas más, las más absurda le servía: no me ha dado tiempo a entrar en aquella cafetería, esperaré hasta la tarde y tomaré allí un café. Más tarde no fue el café sino una tienda, dar de comer a unas palomas, una chica a la que tenía la intención de ver al día siguiente, en el mismo sitio, como si se tratara de un periódico, como si ella estuviera dispuesta a aparecer por la misma calle, a la misma hora, y hasta con la misma ropa. Poco a poco fue dando excusas, y el aire extravagante y a la vez desinteresado que lo rodeaba cuando se encontraba en el último escalón de la escalerilla del tren, se fue convirtiendo en una casualidad de intriga y bohemia interesada que l...

Soy un poco despistado

Vaya viaje de mierda, es lo que ando pensando ahora mismo. Sí. Vaya mierda de viaje. Para una vez que el autobús sale puntual de Salamanca, todo lo demás se tuerce. Para empezar hemos estado a punto de matarnos en una rotonda, se nos ha cruzado un camión a toda leche y ha tenido que frenar el conductor de una manera que no es ni medio normal, pero bueno, estamos vivos. Llegamos a Cáceres. Ahí empieza lo bueno, o más bien, lo desconcertante. Voy a bajar del autobús y me doy cuenta de que no llevo el monedero, así que vuelvo a por él, lo cojo, salgo del bus y me pongo a organizarme las cosas que llevo metidas en los bolsillos: teléfono, llaves, billete del viaje, mp3, y aire. ¿Dónde narices está el monedero! Vuelvo a subir al autocar, a ver si es que lo he dejado al final en la mochila, que con el despiste que tengo… Nada. Abro el maletín del ordenador, me pongo a sacarlo todo, desesperado. Nada. Miro debajo de los asientos, en ellos, en el maletero de arriba: tampoco nada. Salgo fuera, ...

Viaje a lo menos conocido

La Literatura Hispanoamericana es esa gran desconocida y con tanto renombre en todo el mundo dentro del grupo de literatura en lengua española. Encontramos poemarios, novelas, teatros, muy variados y de un sincretismo abrumador, poco estudiados, pero ¿quién no ha leído algo de Borges, de García Márquez, de Mario Vargas Llosa o de Monterroso -aunque sólo sea el cuento del dinosaurio: "Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí-? Es una literatura completamente libre, en la que las fronteras entre lo real y lo imaginario no es que sean diáfanas, no, es que son inexistentes dentro de la obra. Somos nosotros, lectores, los que ponemos las fronteras, pues no aceptamos que una persona esté sin comer siete años, no imaginamos que a alguien le salga una cola de cerdo, que se pueda sangrar durante varios días sin parar, o que, como se cuenta en "Viaje a la semilla", de Alejo Carpentier, se pueda vivir hacia atrás. El estudio de Alejo y, concretamente de ese "Viaje...

Disfraz de diario

En Carnaval lo habitual es dejar de ser uno mismo , el yo corriente, para convertirse en uno mismo, el yo deseado. Lo habitual, por lo tanto, es hacer lo que nos gustaría hacer el resto del año y que, sea por vergüenza o criterio de lógica social, no hacemos. Y eso no lo digo yo, eso ha sido siempre así. Por mi parte, me alegro de no necesitar los carnavales.

La noche vendrá, vendrá

No se suceden las noches y los días como en un reloj se preceden las horas. No son así. Las noches alargan la agonía de una luna desvirtuada. Están para ser vividas de un modo muy distinto a los días, o a las horas, a los simples años. Una noche es ella y su contrario; el descanso y el desenfreno, la soledad y la pasión compartida -también la egoísta-, la compañía desconocida y la selecta... Suerte que las noches no terminan.