El viaje ya terminó hace un tiempo, pero por fin me he sentado a escribir sobre las semanas en los Balcanes. No hay estilo, no hay lógica, tal vez ni siquiera haya sentido. Pero hay historias y lugares una vez más. Comencemos por el principio. El tiempo cada vez avanza más rápido. Quiero decir, los días siguen teniendo la misma cantidad de horas y de minutos, pero cada vez dan para menos. Como si lo que antes tardaba diez minutos en hacer, me ocupara varias horas. Dormir, duermo lo mismo o menos, y, sin embargo, el resto del tiempo está perdido en divagar entre la nada y la nada, sin avanzar siquiera en un único pensamiento estable. El mundo moderno se ha apoderado también de mí y trato de quitármelo de encima. Esto lo pienso mientras voy en el avión que aterrizará en Dubrovnik, y el pensamiento me lleva, no sé si inexplicablemente, a la tranquilidad. Porque sé que a partir de mañana, del día después de llegar a Croacia, no tendré internet y el tiempo tomará de nuevo otro ritmo. N...
En la estación de autobuses de Dubrovnik la gente empieza a impacientarse. Nadie sabe nada del autobús que cruzará la frontera y nos llevará a Mostar. Somos unos cuantos los turistas que esperamos noticias, que miramos uno por uno los autobuses que van llegando, para ver si alguno es el nuestro. Pasa el tiempo y nada, seguimos esperando y sentimos que estaremos más tiempo esperando en Dubrovnik de lo que dura el trayecto. Pero tampoco será así. Cuando un autobús blanco para en la dársena en la que esperamos, la gente se alza, muchos estábamos tirados por el suelo, cansados del tiempo y el calor y la sed y el desconocimiento. No hay ni un asiento libre cuando todos los viajeros ocupamos nuestros puestos, preparados para las próximas horas de viaje. Es evidente que no vamos a llegar a las siete y cuarto, porque para eso tendríamos que haber salido hace una hora y no tener retraso en la frontera, pero lo importante es que ya estamos en marcha. El trayecto nos lleva hacia el norte, co...
Nos levantamos y salimos en busca de un sitio en el que comer algo y con intención de dejar nuestras mochilas en la consigna que esperamos encontrar en la estación de trenes. Nos han recomendado el trayecto en tren desde Mostar a Sarajevo, son solamente dos horas y el viaje debe de ser precioso. Ya habíamos reservado los billetes antes de volar aquí, pero no tenemos nada, únicamente un email que dice que pasemos a recoger los billetes por el mostrador antes de que salga el tren. Evidentemente, está únicamente en el idioma del país, que no es que entendamos más allá de unas pocas palabras, pero no hay mucho más que leer en ese email. Hacemos el camino inverso al que hicimos anoche y entramos en una estación enorme para la cantidad de trenes y viajeros que hay. El vacío es prácticamente absoluto y el señor que está detrás del mostrador nos mira extrañado. Nos hacemos entender en inglés y él rebusca entre papeles. Efectivamente, nos da un billete de tren que no entendemos. Parece un ...
Por supuesto, quien las crea.
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