Me niego a reconocer la autoridad, y las respuestas, de quien, a una pregunta, sólo contesta porque sí o porque no hay otra.
Me niego a la autoridad académica, como si fuera la única, como si la ética no estuviera por encima de los libros que hablan de ella, contra ella. Como si el tiempo no pusiera cada cosa en su sitio, tal vez incorrecto. Seguramente incorrecto. Me niego, no la acepto como superior, no como única, no como verdad universal, occidental, blanca, masculina, heterosexual y académica.
Me niego a renunciar a que la autoridad está en declive, a que su futuro no es más que la dialéctica entre el tú y el yo, entre quien la ejerce y en quien, antes, se ejercía. Me niego a la verdad en la que caben las dudas, en la que una sola pregunta pueda quedarse en porque sí, porque no hay otra.
Me adhiero. ¡Cráneo privilegiado!
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