Entradas

Mostrando entradas de 2016

Hong Kong IV: Lantau II

Imagen
Desde la estación de autobuses que se encuentra a los pies del Gran Buda luchamos contra el sol y la falta de indicaciones para tomar un autobús que nos llevara hasta Tai O, un pequeño pueblo de pescadores al suroeste de la isla. La carretera para llegar hasta allí está rodeada por todas partes de árboles y, cada ciertos metros, una vaca aparece en el camino para retrasar el viaje. Al llegar, el mar. Una calle comercial recorre gran parte del pueblo, con pescados secos por todas partes, pequeños restaurantes para comer noodles o arroz, todo agolpado en la estrechez de la calle, de no más de dos metros de ancho. Dimos un pequeño paseo por el pueblo y volvimos al muelle, donde pequeñas barcazas de pescadores atracadas cerca de la orilla se mecen con las olas y el viento frente a casas sostenidas en pilares sobre el propio mar.   Pienso ahora en aquel día y en el actual. En estos momentos los pescadores estarán faenando o empezando a ello, mientras que aquel día las barcaza...

Hong Kong III: Lantau I

Imagen
Hong Kong suena a London Grammar. Supongo que nunca seré capaz de dejar de relacionar este grupo con esta ciudad. Y no es que tengan nada que ver aparentemente, pero en casa de L. suena a todas horas, me atrae la música hacia otros espacios que ya no están. La mañana que nos acercamos a Lantau, sonaba London Grammar y, ahora, a diez mil kilómetros de distancia, lo escucho para evocar el recuerdo.  Tras desplazarnos hasta la isla y llegar a la estación de metro de Tung Chung, para a comer algo y, como cada media hora, a por una botella de agua del 7eleven, nos pusimos a la cola para llegar en teleférico hasta el Gran Buda, que corona uno de los altos de la isla. El viaje en teleférico no dura más de quince minutos y ofrece unas vistas espectaculares de la isla y del aeropuerto. Asombrosamente verde, Lantau es un paraíso natural comparado con la isla de Hong Kong o Kowloon. Es impresionante lo verde que puede ser Hong Kong, sobre todo si lo que esperamos encontrar no son más que...

Hong Kong II: Chi Lin y Wong Tai Sin

Imagen
Hong Kong no es realmente China, o, al menos, no la China que pensamos desde aquí. Es una ciudad activa, cargada de vida y movimiento, gente elegante, guapa y deportista que presume de su aspecto, que es un producto. Prácticamente en cada esquina aparece un Starbucks, enfrente de carteles que incitan a un consumo desmesurado e innecesario, moda en todos los rincones, relojes caros y coches de lujo. Junto a esto, es también una vida humilde de la gente que se ha visto sobrepasada por el exterior. Hong Kong está cargado de lujosos restaurantes occidentales en los que puedes pagar veinticinco euros por una hamburguesa, pero también de restaurantes humildes y acogedores en los que unos noodles, algo de dim sum y su correspondiente té o agua caliente no cuesten más de seis euros. Hong Kong es contraste. Entre todo el barullo de la ciudad, entre el ruido, los coches, las prisas y la gente que corre teléfono en mano, hay un lugar paradisíaco en pleno corazón de la isla de Hong Kong. Dirí...

Hong Kong I: Ciudad vertical.

Introducción Ya ha pasado un tiempo desde que volví de Hong Kong y es momento de sentarse a escribir. Lo que seguirán serán unas cuantas entradas sobre esta ciudad gracias a las notas que tomé allí, a las fotografías y a los recuerdos. Procuraré seguir un tema principal en cada una de ellas para no divagar demasiado y no hacerlas excesivamente extensas.  Ciudad vertical De los imponentes rascacielos de la ciudad no puede decirse, en muchos casos, que sean grandes; son más bien altos. Y la diferencia es notoria. En muchos casos los rascacielos ocupan un diminuto espacio de suelo y se elevan hasta alturas insospechadas, más arriba de lo que muchos pájaros seguramente se atreveran a volar. Revestidos por andamios de bambú, estos edificios se elevan para albergar a millones de habitantes en un territorio bastante pequeño. No es una ciudad apta para quienes tienen miedo a las alturas.  Desde el tren del aeropuerto se empiezan a distinguir los edificios y ya se di...

El sol y las historias

A veces sale también el sol en esta ciudad, cuando el viento arrastra las nubes perpetuas hacia un horizonte que parece lejano y no lo es. Por las ventanas se intuyen los rayos de sol hasta bien tarde en la noche, hasta la hora en la que en invierno la ciudad ya casi duerme y sólo unos pocos dejamos la tranquilidad del sueño para más tarde. Amanece en mitad aún de la madrugada y los pájaros nos acercan a la vida cantando más temprano de lo que a mí personalmente me gustaría.  A través de los cristales entra hoy el sol y llega a los pies de la cama frente a la que estoy y casi me ilumina las piernas. Tengo la manía de dormir con las cortinas descorridas, las persianas levantadas, de ver el sol desde el primer momento en el que abro los ojos. No suele pasar, bien es cierto, que me despierte y haga sol o no llueva -tengo la sensación de que este último año ha llovido bastante más que el pasado-, pero aun así me gusta que me despierte el sol, me gusta la sensación de despertarme c...

De viajes, infancias y recuerdos

De alguna menera inconciente mi vida ha estado siempre unida a los viajes, aunque nunca haya viajado tanto como, ahora lo sé, me hubiera gustado. Pero eso no ha impedido que los viajes sigan surtiendo en mí una sensación de libertad y de encuentro con uno mismo que a día de hoy sigo sin saber expresar con palabras y que ni siquiera entiendo, sólo intuyo.  Mi familia ha sido siempre una famiiia normal, obrera, con sus problemas por allí y sus alegrías por allá, sin lujos, lo necesario para vivir y poder disfrutar el día a día, a veces incluso soportarlo, y nunca ha sido dada a realizar grandes viajes ni vacaciones, si acaso alguna excursión a algún lugar cercano. Luego llega siempre el arrepentimiento: no conocemos nada, nunca vamos, podríamos haber hecho, visto, tomado, oído, olido, tocado... Sentido, en definitiva, que eso es viajar. Pero poco tengo, aun así, que reprocharles, porque de alguna manera, sosp...

Soy de trasnochar

Soy de trasnochar, no sé si desde siempre, pero sí desde hace algún tiempo. Supongo que parte de la culpa la tienen las eternas y benditas traducciones, la gramática y los libros que no dejan de querer ofrecerte un par de páginas más. Y así pasa, que cuando se apaga la última luz en el barrio, cuando la calle queda prácticamente a oscuras, mi escritorio sigue iluminado y la cerveza se consume lentamente, bajándome por la garganta, fresca, con el sabor de la realidad y los misterios, arrastrando sus historias y mis miserias y (pocas) virtudes. Soy de trasnochar y en este país eso no está del todo bien visto: los niños están a las nueve de la mañana jugando con sus padres en el parque mientras yo me tambaleo entre las aceras, en busca de un tranvía que me acerque a la vida en sociedad de la que vivo a veces apartado -por noctámbulo-, un tranvía que ponga orden en los horarios y las tareas, que me lleve al trabajo, un trabajo que suelo empezar tarde por el horario que me han dado, como s...

Teatro refinado y popular

Escribía Barthes en Le Monde en 1971 del teatro de Brecht que es "refinado y a la vez popular" y que "es imposible que se dé dentro de una economía privada, en la que no podrían sostenerlo ni el público burgués, que proporciona el dinero, ni el público pequeñoburgués, que constituye el número", por lo que, necesariamente, tiene que ser un teatro financiado por entidades públicas para poder soportar los gastos de un teatro "caro, por el insólito cuidado de la puesta en escena, por la elaboración del vestuario, por la cantidad de los ensayos, por la seguridad profesional de los actores, tan necesaria para su arte". Qué razón tenía Brecht cuando buscaba un teatro rompedor, que despertara al público proletario antes de que el poder de la comunicación de masas se quedara en manos de la burguesía acomodada. Y qué poco lo pensamos ochenta años después, cuando la comunicación lo ocupa todo, y la pequeña burguesía ahora ya ni siquiera existe. Hace falta otra vez u...

Todos los días

Todos los días sales a la calle de la misma ciudad, coges el mismo tranvía y vas al mismo trabajo. Todos los días te encuentras a las mismas personas en el camino de casa a la oficina, los mismos ojos cansados, las mismas ilusiones en el rostro, las mismas manos silenciosas que muestran sus billetes, que sacan sus carteras, que acarician sus teléfonos. Todos los días. Una y otra vez a lo largo de la semana, del mes, del año. Da igual lo grande que sea la ciudad. Eres capaz de reconocer a los intrusos, a quienes no viajan contigo a diario. Conoces la raza del perro de la señora del gorro de lana verde, sabes cómo se llama el marido -amante tal vez- de la señora del abrigo largo y las uñas siempre pintadas de rojo -has escuchado susurrar su nombre por teléfono uno de los días que ha estado en el asiento contiguo, pero no está bien decir de qué hablaban exactamente-. Sabes en qué parada se baja el padre que da siempre un beso a sus dos hijos, que continúan tres paradas más -adiós, Max, a...

Estaciones: zonas de paso y fronteras.

Si algo hay que todas las ciudades alemanas, grandes o pequeñas, tienen en común, es el sistema de transportes. Si por la calle vemos un cuadrado azul con una U enorme y blanca, sabremos que hay una parada de metro cerca; si lo que vemos es una S también blanca dentro de un círculo verde, no tardaremos en encontrar una estación de trenes de cercanías; y en caso de que el círculo sea amarillo, sólo con el borde verde y una H también verde, estaremos delante de una parada de autobuses o tranvías, que para el caso, patatas. No hay ninguna duda ni, hasta donde yo sé, excepción que valga. Prácticamente todas las ciudades se organizan en torno a la estación principal o Hauptbahnhof, la conocida como hachebeefe (Hbf), donde se conecta la mayor parte de tranvías, autobuses, líneas de metro, cercanías y, por supuesto, trenes regionales y de larga distancia. El centro neurálgico, vaya, de cualquier urbe germana será, pues la Hbf. Por allí pasan al cabo del día miles y miles de personas con ...