sábado, 2 de mayo de 2020

Cuarentena XV: una foto de Bremen

Hace un rato I. me ha enviado una imagen que me ha llevado hasta una esquina muy concreta de Bremen. Debe de haber salido a pasear en cuarentena y supongo que se ha acordado de mí. Este año se cumplirán cuatro años desde que no vivo allí y, sin embargo, creo que esa ciudad y la gente que conocí en ella aún juegan un papel muy importante en lo que soy. En esa ciudad me enfrenté por primera vez a la soledad más absoluta, ahí estuve días enteros sin relacionarme con nadie, semanas en las que sólo veía a los alumnos y llegaba al zulito en soledad. Fue un tiempo muy introspectivo. Era también la primera vez que me enfrentaba al mundo laboral real, a una clase con niños alemanes, a las notas, a los exámenes, a las reuniones de padres... Bremen fue como el paso a la edad adulta. 

Al final del día, especialmente los jueves, que terminaban con la clase de cocina en español a las cinco de la tarde, tomaba el tren que me devolvía a Bremen desde Delmenhorst. Allí tomaba el tranvía para bajar en Sielwall y caminar unos pocos minutos hasta casa. De camino a casa pasaba por varios sitios de comida rápida, varios restaurantes y varios Kiosk. Tal vez pillaba algo de comida, a veces en un restaurante de Flammkuchen, que hacía un euro de descuento si te llevabas esa especie de pizza finísima a casa. Lo que hacía casi seguro era parar en uno de esos kioskos, siempre en el mismo, y compraba dos o tres cervezas, de distintos tipos, tamaños y estilos.  No era el más barato, ni tampoco eran especialmente simpáticos, aunque la familia en general - migrantes de algún país árabe - eran cordiales y agradables. No daban mucha conversación, imagino que estaban hechos a las costumbres del norte, pero sonreían mostrándose sinceros. Con todo ello, me dirigía al zulito y descasaba hasta que fuera necesario, trabajaba el fin de semana, a veces sin salir de nuevo hasta el lunes sobre las siete de la mañana. 

No siempre fue así, con el tiempo, acabé saliendo más del zulo, sobre todo a partir de la llegada de la primavera. A partir de mi segundo año allí, además, conocí a un grupo de gente bastante heterogéneo - de los que algunos siguen allí y otros no - , y la vida con ellos se veía de otra manera. El Kiosk, sin embargo, seguía en su sitio, así que allí continué comprando las cervezas y hasta allí "arrastré" también a comprarlas a algunos de ese grupo. I., uno de ellos, es quien me ha enviado la foto y me ha dicho que el Kiosk ya no es tal, que ahora es un sitio hipster. Me ha costado reconocer ese espacio que me era tan cercano, y eso a pesar de que, desde fuera, sólo se ve que haya cambiado el cartel de la entrada. Bremen tampoco es, como nada en la vida, como yo la dejé. Como tampoco yo soy exactamente el mismo tras haber pasado por allí.

Echo de menos la ciudad y su gente, no puedo negarlo: Daría tres o cuatro meses más de cuarentena por unas cervezas junto al Weser.

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