Las paredes de esta habitación se vacían de nuevo y poco a poco vuelve a verse por todas partes el color azul que las recubre. Esta vez es todo, posiblemente, para siempre.
Hace ya tres años que puse por primera vez los pies en esta ciudad que no dejará de habitarme, pero en la que yo ya no estaré. El otoño que llegará tras el verano que va a empezar no me regresará a Salamanca. Todo acabará de nuevo. Todo.
Quedará la posibilidad de volver, pero desde que la partida será la menos probable: ¿volver para qué?, ¿volver para quién?
Caminante, no hay camino rezan los versos de Machado y, con cada minúsculo paso, uno se da cuenta de que es verdad, de que no hay camino ni vereda, de que pisar fuerte es la única forma de abrir el paso.
Desde ya las cajas se amontonan y la incertidumbre se pasea entre los huecos y el vacío sólo se cubre bajo las sábanas, y sólo a veces.
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