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Mostrando entradas de marzo, 2020

Cuarentena VI: el coronavirus y la humanidad

El mundo está paralizado por esta extraña circunstancia en la que un pequeño virus nos acosa a todos. Sabemos que no es extremadamente letal y, sin embargo, nos vemos recluidos todos en casa para salvarnos unos a otros, para crear comunidad, algo que hasta hace muy poco parecíamos haber perdido.  El sistema económico y productivo actual nos obliga a tratar de ser mejores que otros, a obtener siempre mejores resultados, a rendir más, a ser más eficaces, a ser más eficientes, y eso es completamente contrario a la idea de comunidad. Pero la comunidad es la que nos ha traído hasta aquí. Recuerdo a veces esa historia que cuenta que la primera muestra de humanidad es un hueso de una pierna, un fémur, creo, recuperado, la historia que cuenta que, en algún momento, la raza homínida que habitaba el planeta antes de nosotros, alguno de sus miembros, decidió no dejar atrás a alguien que no podía valerse por sí mismo. Si nos paramos a pensarlo con más calma, sabemos de animales que hacen ...

Cuarentena V: paseos, Salamanca y Sevilla

El otro día subí a la azotea, una sola vez desde que empezó este encierro. Al principio, he de confesarlo, lo pasé mal encerrado en casa, no por el hecho de no salir, sino por la idea de no poder salir. En los últimos tiempos he recorrido mucho a pie las calles de Sevilla, he buscado caminos para evitar las zonas más turísticas para desplazarme de una punta a otra del centro hispalense, y lo hacía para despejarme, para pensar, para encontrarme de nuevo.  Aunque no tengo una memoria demasiado fina, me voy fijando en los nombres de las calles y me dejo llevar de unas a otras, busco similitudes con distintas calles de mi vida, con otras historias, voy tejiendo conexiones entre ellas, algunas reales, otras ficticias, otras, simplemente, mal recordadas - pero cómo se recuerda algo mal -. Hace no demasiado caí en la cuenta de que, junto a la Plaza de San Román, frente a la iglesia robusta, hay una calle nada agraciada, muy estrecha en algún tramo, en los que las aceras prácticamente...

Cuarentena IV: este blog, la vida y las vergüenzas

Esto no es un diario, eso está claro. Ha pasado más de una semana desde que comenzó la cuarentena, de hecho, aún más desde que la empezamos voluntariamente las tres personas que ahora mismo la habitamos y no he escrito cada día, ni pienso hacerlo. No es que haya mucho que contar en este tiempo y, sin embargo, suceden bastantes cosas de alguna forma un tanto distinta a como suceden normalmente.  Al principio pensaba que estaría solo en esta casa, que me tocaría superar toda la cuarentena encerrado en soledad en estas paredes de gotelé desgastado del centro de Sevilla, pero no, al final somos tres en este piso. Bien es cierto que la diferencia entre estar solo y no prácticamente se nota sólo por la noche, cuando nos juntamos S., JL. y yo para ver alguna película proyectada sobre la pared rugosa del salón. En dos puntos concretos de la proyección hay dos alcayatas que no interfieren en la película pero que, cuando uno es consciente de que están ahí, no puede parar de mirar. Tal...

Cuarentena III: El ritmo lento

La cuarentena es extraña. De repente hablas con gente a la que llevabas años sin ver, quedas con ellos a través de cualquier red social, incluso conoces a las nuevas parejas de amigos que estaban esperando que te desplazaras cientos de kilómetros para presentártelos. Por otro lado, este encierro te priva del contacto directo con la gente que tenías cerca, con la que comías a diario, con la que se alargaban los cafés algo más de la cuenta. Es extraño pasar del contacto diario a la nada. La cuarentena iguala vidas del pasado y del presente.  También interrumpe. Interrumpe finales, hay quienes estaban a punto de separarse y ahora se ven obligados a convivir, como si estoy fuera una pausa en su vida, como si no contara para el antes y quién sabe si contará para el después. También interrumpe principios, aquella gente que se estaba encontrando y de repente están encerradas en casas distintas, en lugares distintos, que no podrá verse ni quererse. El trabajo también queda interrumpid...

Cuarentena II: Apenas leo poesía

No soy un gran lector de poesía. De hecho, diría que soy un pésimo lector de poesía. A veces porque no la entiendo, otras porque no me llena y otras porque, al final, termino leyendo un poema y cerrando el libro, como si fuera una entidad completa, como si no le siguiera nada más.  En algunos momentos de mi vida he tratado de hacerme a ella, de entrar en la poesía, como quien entra en el mar y se impregna poco a poco, con cierto respeto, pero con la seguridad de que aún pisa tierra; y en esos momentos he comprado decenas de libros de poesía, algunos por mera inercia, qué sé yo, José Hierro, Jaime Gil de Biedma, Machado... otros por necesidades del curriculum de las asignaturas optativas y otros, en fin, por curiosidad, por lecturas que iba haciendo y me termiban arrastrando hacia ciertos autores (y sí, casi siempre autres hombres, esa desdicha).  Así, entre las estanterías de mi casa en Zafra aparecen bastantes más poemarios de los que he sido capaz de leer. Algunos l...

Cuarentena I: Poesía recurrente

No sé exactamente en qué momento de mi vida me topé con un poema de Nazim Hikmet. Creo que estaba en Bremen, en aquel zulo en el que, en estos momentos de encierro, me alegro de no vivir. En realidad, supongo que siempre me alegraré de no volver a vivir en un sitio así, aunque ahora más. El caso es que ese poema me removió por dentro de algún modo.  Escrito por un revolucionario otomano de la primera mitad del siglo XX, el poema representaba con una sencillez que no había visto nunca el dolor proletario, o partisano, un dolor por aquellos que están llevando vidas completamente distintas y que, sin embargo, sentimos como propias. De algún modo  indescifrable me emocionó y busqué poemarios de Hikmet durante algún tiempo en librerías españolas sin éxito alguno.  Prácticamente me había olvidado de Nazim Hikmet y de su poema hasta que, hace unas semanas, volví a un bar en Sevilla que tiene, colgada de la pared del baño, otro poema suyo. De repente, mi cabeza conectó ...

Cuarentena (Prólogo): El coronavirus, la rata y la vida

Hace unos días, antes de todo este jaleo que nos trae de cabeza, quedé con una amiga que me contó un par de anécdotas curiosas de cuando trabajaba en un hotel en París. Una de ellas tenía que ver con una rata.  Resulta que, cuando llegó al trabajo no funcionaba nada en el hotel. Era un hotel de los buenos, de los caros, de los que alojan a esta gente bien vestida y que van a hacer negocios, un hotel lujoso, en el que todo el sistema funciona a través de internet, no sólo entradas y salidas, sino cobros de todo tipo, comandas del restaurante, las llaves de las habitaciones...  Pues bien, ahí trabajaba M. mientras estuvo en París y de ahí tiene anécdotas de todo tipo. Le dije que merecían un libro, como mínimo, y ahora escribo esta aquí, en el principio de esta cuarentena de varias semanas por el coronavirus. La historia es sencilla, realmente, no tiene nada de extravagante más allá de su extrema sencillez. Cuando M. llegó un día al hotel se encontró con que nada, absol...