miércoles, 20 de enero de 2021

Croacia XIV: un árbol en el bosque

Me llama la atención la expresión no hacer leña del árbol caído. Me pregunto, si no se hace leña, ¿qué se hace con esos seres gigantes cuando los tumba el viento o cualquier otra inclemencia? ¿Es algún tipo de tradición dejarlos ahí hasta que se pudran o den vida a otras plantas o sirvan de cobijo para algunos animales?

Hace un par de días fui a uno de los bosques que se encuentran en la ciudad de Zagreb. Aún había restos de la nieve caída días atrás, y árboles grandes como columnas de templos griegos, fuertes como navíos que encallan pero no se hunden. Parecía imposible que ninguno de ellos pudiera partirse por la base y se derrumbara llevándose consigo algún ejemplar más pequeño, más frágil. Pero lo imposible también sucede. Incluso los árboles más fuertes, los que parecen destinados a durar por muchos años y crecer y crecer hasta elevarse sobre la ciudad, también pueden caerse. Da igual que pierdan sus hojas en invierno para ahorrar fuerzas, da igual que los poden y quiten las ramas sobrantes, que corten lo que pueda ser perjudicial para la vuelta de la primavera; da igual que se preparen para aguantar un nuevo año, que todo esté pensado para ayudarles a salir adelante. A veces, simplemente, una fuerte nevada, una racha de viento o un terreno que cambia con la erosión, hacen una labor indeseada y eliminan las posibilidades de supervivencia del árbol. Pero eso no impide que haya que prepararse para superar el invierno, no impide a los operarios escalar atados al tronco y hacer caer las ramas una a una para ahorrarles algo de energía. La posibilidad de la derrota no impide el esfuerzo.

Imagino que tal vez por eso, cuando la derrota está asegurada, cuando ya no queda más remedio que aceptar que ese gigante ser vivo ha perecido tratando de llegar a lo más alto, cuando las heridas del tronco lo hacen caer sin remedio, imagino, digo, es por eso que en ese momento no se hace leña de él, porque se le ha invertido mucho tiempo y mucho trabajo y es ya hora de reconocerle el esfuerzo por crecer y crecer y elevarse, pero también es, quizás, la oportunidad de dar descanso a quienes lo han cuidado, a quienes se han arriesgado a varios metros del suelo por salvarlo y no lo han conseguido.

Qué rabia que el trabajo parezca en vano, aunque no lo sea.

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