Los libros hoy tocan a muerto, huelen a muerto. No se dejan abrir: están de luto. Las letras apestan a muerto, dejan un sabor amargo con sólo intentar disfrutarlas. Y los puntos y las comas seguirán llorando.
Abro un libro tras otro; todos están vacíos. Ninguno dice nada comprensible. Gritan, lloran, se desgarran los lomos por la desesperación de saber que la lengua castellana y la Literatura han perdido una voz irreconciliablemente certera.
La noticia me ha llegado en un mensaje al móvil a la hora de comer, y ahora no sé si acababa de empezar o ya había terminado, lo que sé, es que tragar se hacía muy pesado y doloroso.
Vacío el cuerpo de Don Miguel Delibes; si vida quedará en sus libros para siempre.
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