lunes, 30 de mayo de 2011

Un poema de Ángel González (y su encuentro)

Desobedeciendo al tiempo y a las prisas, no he agarrado Padres e hijos para leerlo, sino para meterlo y sacarlo de la mochila una y otra vez a lo largo del día. Lo que sí he cogido para leer es Palabra sobre palabra, y eso ya lo he hecho una y cientos de veces, pero como lo leo sin prisa y sin agobios, y lo leo según lo abro, porque siempre me parece que nunca voy a llegar al final leyendo metódicamente, lo he abierto esta vez por un poema que me ha parecido maravilloso, así, sin más, un descubrimiento que realmente no lo es, porque, creo, ya pensaba lo que dice el texto, pero claro, de pensarlo inconscientemente, como se piensa todo en mi materia gris, es decir, sin saberlo y sin darme cuenta de que no lo sé, y sólo gracias al texto uno lo descubre y no puede criticarlo porque lo comparte, a escribirlo, como sí lo hace la materia gris del gran poeta ovetense, no es que haya un gran paso, no, es que hay toda una galaxia de pasos no encontrados.

También un nombre puede modificar un cuerpo


Si te llamaras Elvira,
tu vientre sería aún más terso y con más nácar.
Pero tan sólo el nombre de Mercedes
depositado por mis labios en tu cintura
condensaría la forma de esa espuma indecisa
que recorre tu espalda cuando duermes de bruces.
Respóndeme cuando te diga: Olga,
y verás que en tus pechos un rubor palidece.
El nombre de María te volvería traslúcida.
Guarda silencio si te llamara por un nombre
que no pronuncio nunca,
porque si entonces respondieses
tus ojos -y los míos- se anegarían en llanto.
Una prueba final;
                         cuando sonríes,
te pienso Irene,
y la sonrisa tuya es más que tu sonrisa:
amanece sin sombras la alegría del mundo.
¿Y si te llamo como tú te llamas...?
                                                    Entonces
descubriría una verdad:
En el principio no era el verbo.
el nácar y la espuma,
la palidez rosada,
la transparencia, el llanto, la alegría:
todo estaba ya en ti.
Los nombres que te invento no te crean.
Sólo
       - a veces
son como luz los nombres... -
                                            te iluminan.


Ángel González

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