Se conocía el otro día que el Cervantes se lo dan a Parra. A ese escritor peculiar y fuera de serie que entiende la literatura de una forma bien distinta a la del resto de escritores de este mundo. O al menos de una forma distinta de la de los escritores conocidos de este mundo.
Que Parra era un completo desconocido entre mis lecturas hasta hace poco más de un año y medio y que, a pesar de haber leído y releído Páginas blancas (Ed. Universidad de Salamanca) una y otra vez sigue siendo desconocido, es algo que quiero dejar bien claro.
Fue en Literatura Hispanoamericana, esa asignatura optativa de primer ciclo, donde apareció la obra de este señor como una mala tormenta, rompiendo todos los moldes posibles y sin la capacidad para llegar a entenderla. Aquello parecía de broma. Uno llega a la Universidad creyendo que todo es seriedad, que lo que no es bellísimo no tiene cabida en el mundo literario, pero se equivoca. La poesía de Parra no es lo que toda la poesía ha sido, es un paso más en la ruptura de los tópicos, incluso del pasado histórico-literario. Es una genialidad absurda y elocuente. Es la obra de alguien muy concreto, con más valor que timidez, con una mente muy propia.
Nicanor Parra es, más bien, un proceso, no un resultado.
¿Recuerdas este poema de Ángel González?
ResponderEliminarEsto es un poema.
Aquí está permitido
fijar carteles,
tirar escombros, hacer aguas
y escribir frases como:
Marica el que lo lea,
Amo a Irma,
Muera el… (silencio),
Arena gratis,
Asesinos,
Etcétera.
Esto es un poema.
Mantén sucia la estrofa. Escupe dentro.
Responsable la tarde que no acaba,
el tedio de este día,
la indeformable estolidez del tiempo.
Ángel González, ese Cervantes que nunca fue.
ResponderEliminarLo curioso de Nicanor es que, a pesar de las reticencias que había a dárselo, por su provocadora maestría (el Antiagradecimiento al Premio Reina Sofía, por ejemplo), han tenido que ceder. Se ha empeñado en vivir lo suficiente como para que no se lo pudieran negar más.
Un abrazo desde una Salamanca muy segedana.