III
Recuerdo meses después el aeropuerto:
aquella sala estrecha y cálida,
ajena al frío y a la nieve
que se amontonaba
en las calles y los coches y las sombras.
Recuerdo que me dejé al sueño,
que la espera en solitario
no era sólo física, y el cansancio
y el alcohol
acabaron con los párpados y con el miedo.
Recuerdo haber mirado el reloj sin ver pasar el tiempo eterno,
pero también haber odiado
la espera de la vuelta,
la despedida de nadie y el encuentro
con la realidad
sólo tres horas más tarde,
en otro aeropuerto
con otras calles y otros coches
y más sombras.
M.A.R.
Creo que te conozco, al menos d ehaber cruzado dos palabras. No sabía que tenías un blog, y me gusta. Te sigo.
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