Hoy, más que de huelga, estoy de luto.
Me pregunto si esta huelga llevará a algún sitio, además de a que los trabajadores que hoy no han ido a sus puestos de trabajo pierdan algo de su sueldo. Seguramente no.
No porque el problema es, como siempre, la burocracia, los tiempos, la legalidad, el hundimiento de la ética. Mientras ellos tengan el dinero y nosotros lo necesitemos, la única opción es trabajar por menos, aguantar, o saltarse la legalidad y optar por la acción y la desobediencia civil. Y no es que esté a favor de la violencia, por supuesto, pero no hay manera de acabar con esto razonando, ¿o es que nadie se da cuenta de que no importa cuántos llenen las calles, cuántos salgan a gritar por sus derechos? La desobediencia civil es también, y más ahora, la resistencia pacífica, arriesgarse a los arrestos, al escándalo, pero, como están las cosas, ¿quién deja de estudiar para irse a las calles, a las plazas, a saltarse las vallas que bloquean el camino de la educación pública en favor de las avenidas de lo privado y, por lo tanto, programado por las mentes insalubres e insolidarias de los poderosos? ¿Quién va a hacer eso durante los exámenes (ahora que las tasas se irán a la galaxia más lejana) o durante el curso (ahora que la asistencia es más obligatoria que el comer)? ¿Quién va a arriesgarse a no tener nada en los tiempos en los que tener algo no es posibilidad para nada? Los estudiantes estamos cogidos por los huevos y con navajas de coleccionista rajando nuestros bolsillos. ¿Y los profesores? ¿Van a dejar su labor, su vocación (al menos eso se supone y se espera), enseñar y ayudar a pensar a la sociedad que más lo necesita? ¿Y si lo hacen, qué beneficios va a traer eso además de dar argumentos a quienes apoyan esto que está pasando?
El problema es el sistema. Si salimos a criticar a los bancos que se quedan el poder en la Universidad y necesitamos sus servicios para que nos paguen el sueldo del mes o para recibir una beca necesitamos una cuenta bancaria. Nos estamos haciendo un flaco favor. ¿Pero hay posibilidad de acabar con su hegemonía? ¿Hay manera de terminar con sus caprichos? ¿Cuál?
Lo de hoy no pasará de ser una imagen de un país al borde del colapso. Quizás. Un país en el que los derechos de los ciudadanos están por debajo de los derechos del dinero, en el que la educación pública será gratuita más que nunca, porque nadie, ni el Gobierno, pagará por ella, porque se tendrá que aprender en la calle, se tendrán que formar asambleas, clubes de debate, de lectura... y no por convicción ni ganas, que también, sino por necesidad. Desaparecerá la contra-cultura, porque alguien tendrá que ocuparse, en alguna parte, de la cultura, o se unirán más que nunca. Quién sabe.
Tendrán el dinero, tendrán el poder y sus hijos tendrán los trabajos hasta que de esos grupos de "no-educados", de esos indignados con el presente, salgan quienes sean capaces de llevar el futuro, que se habrán formado fuera de lo privado, fuera de lo público, en lo social. Pero para eso aún queda, y la única forma de ir echando leña al fuego que ha de calentar el caldo de cultivo es continuar saliendo a las calles, presionando, hundiendo los mercados con la imagen de un país que se cae por su propio peso y por las medidas que le impone un Ejecutivo que gobierna, sin llegar a la mitad de los votos, en mayoría absoluta.
Mientras en las calles la gente se mueve (nos movemos), en las casas seguimos leyendo, estudiando, preparándonos, yendo a las aulas cuando toca, haciendo los exámenes y aprobando como bien se puede, porque podrán robarnos la Univesidad, pero no la Educación, ni la educación. Mientras a Bankia se la rescata con millones de euros y a cada alumno se le piden unos cientos euros más por matrícula, ellos, Gobierno y banqueros, comen con cubiertos de oro y plata y se limpian en servilletas de seda. Pero España se prepara para la Eurocopa, y mientras los clubes deben cientos de miles de euros que no pagarán nunca, porque son "nuestro orgullo", los futbolistas, los trofeos, los profesores tienen más horas y menos sueldo, y menos plazas. Este país de catetos seguirá como sigue hasta que quien está en esas calles se dé cuenta de que salir no sirve de nada si no se actúa de otra forma, si el salir no se acompaña de provocación, de lucha activa: ¿tú me quitas? yo no te doy. Si quieren hundir la enseñanza pública, nosotros les ayudaremos, ya no más proyectos de investigación, ya no más nada, cada vez menos estudiantes de intercambio en nuestras aulas, demos al mundo la imagen que quieren dar de nosotros, cerrémonos en las aulas universitarias y abrámonos en las calles, nada de excelencia además de en los nombres y en los títulos (USal: Campus de Excelencia Internacional), seamos excelentes en la humildad de los barrios. Esto suena demasiado utópico y poco creíble, lo sé, pero la única solución para acabar con el sistema que oprime a quien estaría destinado a ser su heredero es salir de él, y salir de él y tener que estar a la vez dentro sólo puede hacerse de esta manera, dando una imagen mediocre desde la maestría.¿Útil? Quién sabe.
La Educación Pública como parámetro social agoniza y rescatarla no sé si está en nuestras manos, pero sí lo está salvar la sociedad civil educando públicamente.
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