viernes, 15 de mayo de 2015

Escuchar leer

"Escuchar a alguien que lee en voz alta es muy distinto de leer en silencio. Cuando lees, puedes pararte o saltarte frases: el ritmo eres tú quien lo decide. Cuando lee otro es difícil hacer coincidir tu atención con el ritmo de su lectura: la voz va o demasiado rápida o demasiado lenta" (Italo Calvino, en Si una noche de invierno un viajero), y, sin embargo, no podemos evitar escuchar a quien nos cuenta una historia, a quien nos lee, por el simple hecho de escuchar su voz abrirse entre el silencio de una habitación en semioscuridad, o no podemos evitar leer en voz alta, para ver cómo reacciona, cómo sonríe o cómo, quizá, llora la persona que escucha -si lo hace atentamente; "pero lo que yo siento es de verdad"- nuestras palabras. Escuchar leer no es tan sencillo, es cierto, es necesaria una capacidad de concentración que en la lectura individual no es necesaria, pero cuando quien lee y quien escucha se conectan, cuando lo único que hay son las palabras de la historia que se lee, de la historia que se escucha, entonces la literatura vive, las emociones renacen, la vida se para y el tiempo corre. La literatura cuenta.

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