lunes, 19 de octubre de 2020

Croacia III: estampa de un primer paseo

Sólo un día he recorrido las calles de Zagreb como me gusta hacerlo en las ciudades en las que termino viviendo: sin rumbo fijo, sin prisa, sin tiempo límite. Antes del virus, cuando llegaba a cualquier ciudad, paseaba hasta aburrirme y me sentaba en una cafetería, tomaba notas o trabajaba un poco. Luego continuaba hasta que llegara la hora de comer y me sentaba en el primer sitio que me apeteciera para volver poco después a emprender la ruta entre calles y edificios desconocidos, completando un nuevo imaginario de calles, casas, señales…  

Llevo, sin embargo, algo más de una semana encerrado en casa, en cuarentena preventiva – retroactiva y responsable – por contacto directo con diagnosticados de covid. Ya falta menos para salir a la calle, pero aún no es el momento. Sin síntomas ni prueba, la soledad de la habitación se hace, a veces, un poco desesperante. Pero se sobrevive, ya sabemos. Yo lo estoy haciendo a base de tés e infusiones: té de hierbas y mate, manzanilla, hierbas de la montaña, hierbas del mediterráneo, cúrcuma y jengibre… Ciertamente ha empezado el otoño en casa.  

Antes de este encierro pude recorrer un día las calles de Gornji Grad, la Ciudad Alta de Zagreb. Originalmente, la ciudad de Zagreb se creó entre dos colinas, al este, la iglesia de Kaptol, al oeste, la fortaleza de Gradec. Dos poderes enfrentados durante siglos por el pago de tributos y el control de las tierras. La historia de siempre, vaya. Parece ser, sin embargo, que hasta el siglo XVI la rivalidad no perdió fuelle, y es entonces cuando la ciudad tomó el nombre de Zagreb. A día de hoy la ciudad se ha extendido y ha ocupado la llanura que se encuentra al norte del río Sava y ha terminado por cruzarlo. Esa llanura septentrional es lo que se conoce como Donji Grad o Ciudad Baja.

Si contamos que Kaptol y Gradec, ambas, formen parte de la Gornji Grad – originalmente sólo se conocía, parece ser, como Gornji Grad a la fortaleza – , sólo hay que subir unos metros desde la plaza del ban Josip Belacić para adentrarnos en los territorios genuinos de la ciudad, que tiene su origen a finales del siglo IX. Al noreste de la plaza del ban se levanta la catedral en mitad de una plaza amplia y limpia. La Iglesia, parece decirnos la edificación, es majestuosidad, calma y respeto. No hay demasiadas grandilocuencias a simple vista en la catedral, que aparenta ser más modesta de lo que realmente es. Tal vez los distintos asaltos – mongoles en 1242 – y terremotos – importante fue el de 1880, que supuso su reconstrucción en estilo neoclásico – que ha sufrido desde su construcción en 1094, la hayan hecho una catedral más sobria, o tal vez sólo sea que, a ojos de un español, las catedrales del mundo son mucho menos soberbias.

Pero al noroeste de la plaza del ban Josip Jelacić, las calles empedradas recuerdan a una ciudad medieval, de casas bajas y ventanas de madera. La sensación es que, de repente, uno abandona cualquier espacio bullicioso de una capital europea para adentrarse en un cuento europeo del siglo XVI. Poco a poco las calles suben y suben, hasta llegar a la verdadera ciudad alta. Uno no tiene muy claro cómo se ha encaramado todo eso ahí arriba. Para acceder a ella, imagino, se pueden recorrer calles y calles en zigzag, subiendo y subiendo. Yo terminé accediendo por una escalera empinadísima y terminé dando con la Kamenita Vrata, la Puerta de Piedra. Es la única puerta de entrada que sobrevive de las cuatro que había originalmente, en el siglo XIII. En la primera mitad del siglo XVIII un incendio arrasó con todas las construcciones de madera pero, entre las cenizas, apareció la imagen de una virgen con un niño en brazos. En recuerdo del desastre, bajo la bóveda de la Kamenita Vrata, se construyó una especie de capilla con la imagen, bastante venerada por los croatas y, en especial, por los agramitas.

Una vez completado el acceso a la fortaleza, se sigue subiendo un poco hasta alcanzar la plaza de San Marcos. La sensación que yo tuve es de sobrecogimiento. La plaza es, seguramente, la imagen más conocida de Zagreb y, sin embargo, el silencio era absoluto, no había prácticamente nadie en la plaza. En el centro, la conocidísima iglesia de San Marcos - Crkva sv. Marka –, con su tejado esmaltado, decorado con los escudos del antiguo Reino de Croacia – Croacia, Dalmacia y Eslavonia – y Zagreb – un castillo, en este caso, sobre fondo rojo y no azul, no tengo ni idea de por qué –. Alrededor de la iglesia, en el lado oriental de la plaza, el Hrvatski sabor, es decir, el Parlamento Croata, y justo enfrente, el Banski dvor, actual sede del Gobierno de esta república de poco más de cuatro millones de habitantes. El silencio, como digo, lo dominaba todo, sólo el sonido de los pasos sobre el empedrado de una mujer con bolsas lo rompió por un breve espacio de tiempo. No había más. Abajo, el bullicio, las tiendas, los tranvías, arriba, el silencio, la administración, el gobierno. No sé si es casualidad, causalidad o, simplemente, algún tipo de metáfora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario