domingo, 31 de enero de 2010

Cementerios para los vivos

Es curioso ver cómo once pueblos, pequeños pueblos, de toda España buscan albergar en ellos al llamado ATC o, pasando de eufemismos, cementerio nueclear. Es curioso, digo, porque todos buscan beneficios en su emplazamiento; el dinero que produzca vivir junto a un cementerio de materiales radiactivos les valdrá a estos pueblos -en realidad sólo al pueblo ¿afortunado?- para sobrevivir. Y es curioso porque parece mejor vivir del dinero y el trabajo que da un cementerio nuclear, la vida junto a residuos radiactivos más que peligrosos para la salud, que trabajar de la agricultura, o la ganadería, o cualquier otra cosa. La excusa, o no, de la despoblación no es sino un problema de conciencia y moral social, de necesidades tecnológicas artificiales que sobreponen el dinero y el poder a la salud y la propia vida. Es curioso, sigo diciendo, que prefiramos en nuestra sociedad hacer peligrar nuestra salud por un puñado -grande, pero puñado al fin y al cabo- de millones, a buscar un cambio por el bienestar, difícil quizá, pero que no supondría una sumisión a los criterios de vida más atroces. Futuros habitantes del cementerio, tengo para vosotros una calificación tomada de un verso de Jaime Gil de Biedma: desenterrados vivos.

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