jueves, 9 de septiembre de 2010

Estaciones I

La gente que espera en las estaciones, ¿qué piensa?

Acabo de llegar a Salamanca, ya estoy de vuelta en casa, esperando a una compañera -Almudena- que me va a ayudar a subir todas las cosas a casa, aunque creo que eso ella no lo sabe, en la estación de autobuses.

En esta estación, como en todas, hay besos, muchos, de todos los tipos posibles: apasionados, carnosos, húmedos, violentos, de compromiso, helados, de reencuentro, asqueados, útiles, sutiles, cálidos, cariñosos, estúpidos, duros, alegres, pobres, tristes, amargos... Besos.

En la sala de espera la gente se amontona esperando que su autobús aparezca por la carretera, un vehículo que los lleve a casa o les ayude a escapar de la monotonía, a un lugar mucho menos conocido, quizá. A veces el autobús lo transporta a uno a un lugar mucho más espiritual que físico, como atravesando las fronteras entre la geografía y la imaginación. Salamanca es una especie de imaginación geográfica, al menos de momento, el camino impasible hacia la libertad con la que uno sueña y sólo a veces existe.

Y hoy, además, me ha llegado la noticia de que pronto recibiré una postal desde Suecia. Ojalá, en un futuro próximo, durante un par de días, pueda yo ser quien las mande desde allí.

La estación se llena de gente que al final, nunca acaba volviendo: No puedes pisar dos veces una misma estación.

3 comentarios:

  1. Me gustó tu reflexión sobre viajes, viajeros y estaciones^^

    Besotes!

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  2. Me has hecho recordar uno de esos besos, uno helado.
    Un saludo.

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  3. Pocas cosas son tan frías materialmente pero tan fuertes en cuanto a las emociones como una estación. Pero lo bonito que se hace cuando pisas una estación para irte de viaje...
    Nos vemos en nada, señor!

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