Entradas

Mostrando entradas de 2013

Pérdida

He perdido algo y no sé exactamente qué es. Por las mañanas me levanto con ganas de hacer algo, de contarle algo al mundo, pero a medida que pasan las horas, que las imágenes de aquello que me rodea me atacan, pierdo el contacto con mis dedos y mi mente es incapaz de desarrollar más de dos frases seguidas. Veo en mí mismo a Lord Chandos, pero mi indecisión es mayor, no me atrevo a dejar de escribir así porque sí, me resisto a ser una piltrafa que en cuanto ve su expresión deteriorada por su mala mente o por la inexpresividad de las palabras que lo eran todo, se ha vuelto asustadizo y teme no ser nada ni nadie, no llegar a ser lo que había sido ya antes. ¿Qué es más difícil, entonces, seguir adelante con algo por lo que has querido darlo todo y has estado casi consiguiéndolo durante unos años o abandonar todas las ilusiones puestas sobre la mesa en cuanto el clamor de la batalla retumba más cerca de lo que había parecido nunca? ¿Dónde está la valentía en abandonar sin esfuerzo? ¿Dónde e...

Verano

El verano, la vuelta y la huida, el retorno a un lugar que ya no nos pertenece, que tampoco ha dejado de hacerlo. El silencio por las calles a la tarde, la caída eterna de un sol que saluda y se despide entre los montes secos y las dehesas de la infancia. El tiempo de echar de menos, de rodearse de otros, aquéllos a los que la costumbre tiene lejos. El tiempo de callar, de morderse las entrañas, de arañarse las arterias, de gritarse a uno mismo con los dedos en el pecho. Mirar a la calle y descubrir el vacío. Correr las cortinas, bajar las persianas, despedirse del mundo. Las carreteras, el camino, la huida sin búsqueda. El encuentro, la paz.

Sobre el Rin y los pueblos

Prometí intentar traducir el texto de Carl Zuckmayer y aquí está el resultado. No soy traductor, y, ya se sabe, no se le pueden/deben pedir peras al olmo. Sobre el Rin, algo más sobre eso. Sobre el Rin. Sobre el gran molino del pueblo. ¡Sobre el lagar de Europa! Tranquilamente ahora póngase delante todos sus antepasados desde el nacimiento de Cristo. Aquí hubo un capitán de batalla romano, un tipo negro, moreno como una aceituna madura, que enseñó latín a una joven rubia. Y tras él llegó a la familia un comerciante de especias judío, un hombre serio, que antes de casarse se volvió cristiano y fundó la tradición católica en casa. Y tras esto se unió un médico griego, o un legionario celta, un lansquenete grisón, un caballero sueco, un soldado de Napoleón, un desertor cosaco, un filonero de la Selva Negra, un joven molinero peregrino de Alsacia, un gordo barquero de Holanda, un magiar, un pandur húngaro, un oficial de Viena, un actor francés, un músico de Bohemia. Todos ellos han vivido,...

Donde se queman libros, se acaban quemando personas (H.Heine)

El 10 de mayo de 1933 tuvo lugar en Alemania uno de los episodios más tristes, denigrantes, duros y absurdos contra la cultura que cualquier país, ciudadano, entidad y, en general, sociedad, pueda llevar a cabo, la Bücherverbrennung (Quema de libros). En las plazas de muchas ciudades alemanas se quemaron todos los libros que se encontraron de autores que no eran adeptos a la causa de Hitler, los llamados Undeutsch, un término que niega lo alemán. La mayoría de estas plazas están muy cerca de las Universidades, y no en especial como amenaza a los intelectuales, qué va, sino por quien lo llevó a cabo. En Berlín, por ejemplo, en la Bebelplatz, los estudiantes seguidores de las ideas del partido nacional-socialista quemaron cientos de libros, y allí se encuentra el monumento subterráneo en memoria a esos libros y a sus autores: un cristal deja ver, en el suelo, una sala donde las paredes son estanterías blancas y vacías, en las que, según tengo entendido, cabrían 20.000 libros. No creo equ...

Bonn: Altstadt, el barrio en el que vivo.

Imagen
La primera vez que pisé Alemania fue en abril, a finales de abril del año 2007. No era normal, nos decían, el calor que estaba haciendo, y sería así, pero no nos importó demasiado a todos los que íbamos porque pudimos disfrutar del sol y de los paisajes alemanes, entre ellos la impactante Selva Negra. Además, acostumbrados a las altas temperaturas que se dan en Extremadura en verano, el calor de aquí sólo incomodaba porque no era esperado y nuestra ropa no era la más adecuada para soportarlo, por lo demás, felicidad. Fue ésa la imagen que me llevé de aquí, el sol y el calor que todos decían que aquí no existía, así que, en cierto sentido, para mí, aunque sé que no es así, Alemania tiene algo de cálida. Las demás veces que he venido, he ido descubriendo la niebla, el frío y la lluvia. La nieve. La vida de casa, con esa forma típica que tienen de crear ese ambiente casero con olor a madera y a vela y que, extranjeros de nosotros, seguramente nunca podamos crearlo. Pero después del invier...

Bromas

Hay días en los que te levantas sabiendo que todo es una broma, que nada tiene sentido y estás convencido de ello. Pero la mañana avanza y la broma sigue ahí, acechándote, observándote desde las paredes, los libros, los sobres preparados para enviar, cerrados, con dirección y remite, y a los que sólo les falta un sello y un buzón que los lleve al destino en el que, quizá, ya no haga falta que estén. Y entonces sabes que de bromas nada, que el sobre sigue sobre la mesa por un motivo, que los libros hablan si los abres, pero cuentan cosas que, éstas sí, ahora, parecen broma, que las paredes están llenas de lo que ha sido, no de lo que está siendo. Hasta el champú en el baño parece seguir la broma al resto de la habitación. Hay días en los que coger el teléfono para llamar resulta extraño, resulta inútil, absurdo, prohibido. Hay días, digo, en los que desaparecer de la broma que no es es imposible, en los que los aviones se pierden y las carreteras se terminan, en los que escribir no es u...

Mañana

Mañana comprarás pan blanco, tierno, escucharás la radio del coche mientras llueve afuera y la carretera se crea con cada curva, estarás de vuelta por las calles que ya te sabes, habiendo dejado atrás otras que conoces sólo a medias. Estarás soñando con hoy al dormir como hace un tiempo, y cenarás también lo que hace un tiempo -menú para dos, con pollo y setas, arroz- donde siempre, pero esta vez no como tantas otras veces. Volverás, mañana, y no estarás aquí, tras los aviones, tras los trenes, tras la vida. Aunque todo parezca igual, nosotros no seremos los mismos.

La carrera y la bolsa

Yo estaba sentado en un banco cuando lo vi aparecer corriendo y esquivando a la gente, no sé qué narices haría aquél loco. Bajó a toda prisa del autobús y miró el reloj del móvil, que avanzaba más rápido de lo que él querría. Sujetó bien fuerte la bolsa que llevaba entre las manos y echó a correr en dirección a la estación, atropellando a la gente a su paso, que lo miraban hechos una furia, gritándole de todo. Tropezó en el primer escalón de la entrada y tuvo que apoyarse en una columna para mantenerse en pie. Cuando alcanzó el centro de la estación y encontró los carteles de información, buscó rápidamente el tren: salía en cuatro minutos desde el andén número cinco. Volvió a la carrera y bajó, rápidamente y saltando, los escalones del pasaje subterráneo que da acceso a los andenes; al saltar del último escalón dio de golpe contra una de las maletas de una vieja que lo miró con desprecio y le habló, seguramente le insultó, en una lengua ininteligible.Continuó su carrera hacia el andén ...

Caminos de Europa

Europa no es Europa. Europa es más que un viaje, o que muchos. Es más que un hotel con muchas camas, y mucho más que una cama en muchos hoteles. Europa son los trenes que la recorren desde Brujas hasta Olomouc, y también aquéllos que van desde Olomouc a Moscú y aún desconocemos. Los que recorren el espacio conocido y el desconocido, los que nos llevan a la verdad, las esperas sinceras en las estaciones al aire libre. Europa no existe, tampoco las concepciones de ella, si no se la camina. Las caras en los vagones de hace sesenta años, las de ahora, las que sonríen a pesar de todo, las que por detrás, como una máscara de comedia griega, lloran, sin entender, sin saber por qué. Porque toda acción tiene dos resultados. Las caras de los miles de viajeros que hayan subido al mismo tren, a lo largo de muchos años, todas sus caras, mirándote reír, o llorar, pero observándote desde el silencio y el vacío. El calor de la calefacción, la aceptación. La risa sincera. Europa se puede dividir aún en...

Las fronteras de mi lengua

A veces, me pasa a veces, sí, siento las fronteras de la lengua. No las siento porque no pueda ir o venir de aquí o de allí, no porque no pueda comprar el pan en Alemania, o no pueda ir a Francia a comprar un libro, o a Holanda, o no porque no pueda, que no puedo, entender una radio en finés, o la tele en polaco, en húngaro o en checo. No. Nada de eso. A veces, no muchas, porque no estoy todo el día dándole vueltas, para qué engañarnos. Pero me pasa cuando pienso en un pasado no demasiado remoto, cuando quiero escribir algo para que llegue a otras partes del mundo, cuando lo que escribo creo que merece la pena -eso también pasa sólo a veces- y siento que estaría genial que alguien, amigos, en Polonia, en Hungría, en la República Checa, en Irlanda, en Ucrania, en Finlandia pudieran leerlo. A veces, cuando pienso que quiero escribir por ellos, por lo que ellos han traído a mi vida, por los recuerdos que tan felizmente se guardan en la memoria. Esas veces, en esos momentos, me arrepiento ...

Sobre gustos

No me gusta madrugar, las discotecas, la suciedad en las calles. No me gusta la indiferencia, esperar, perder. No me gusta lo políticamente correcto, los secretos, la falta de humor, la intolerancia. No me gusta que me miren fijamente si no lo sé o no lo entiendo. No me gusta no entender las cosas, no encontrar una salida. No me gusta visitar monumentos sin parar en un bar, hacer turismo sin conocer nada más. No me gustan las valoraciones arbitrarias, los halagos inmerecidos, las críticas injustificadas. No me gusta que me den la razón como a los tontos. No me gusta dejar algo a medias, la violencia, las uñas sin uñas. No me gustan las mentiras, las piadosas sólo a medias, ni evitar la realidad. No me gusta la muerte (me declaro completamente en contra). No me gusta que me dejen una historia a medias o que me den sólo una parte de la información. No me gustan las noches en las que no puedo dormir y mucho menos las distancias que se recorren por necesidad. Me gustan una sopa caliente en...

No hay nieve en las imágenes

No me gusta practicar la fotografía. Odio tener que sacar las manos al frío invernal alemán para intentar captar una imagen que prefiero mantener de una forma más o menos aproximada, seguramente mejorada, en mi recuerdo. Además, no tengo ojo de fotógrafo, no consigo aguantar el tiempo necesario, calcular la apertura que necesitará el obturador ni la velocidad del disparo. Es un arte maravilloso que no sé si algún día sabré dominar o siquiera me propondré tal cosa. Y ciertamente puede que sea una pena que no haya hecho fotos bajo el cielo blanco como la nieve, caído casi sobre ésta, que, a su vez, cubría las aceras y los parques, se mecía plácida en las ramas de los árboles desnudos y en las hojas de los que conservan su verde durante todo el año. Quizá los negros tejados desaparecidos y aquéllos que estaban a medio aparecer de nuevo bajo el albor resplandeciente hubieran merecido la foto, y el cielo del atardecer, anaranjado  entre el gris de las nubes que se adentran en la noche, ...