Desaparecen las fronteras
en el increíble viaje del sustento,
y el viento en que dejé
las vacilaciones
pasa como un rayo
entre
los dedos de quien, iluminada por un dios,
sostiene un cigarro casi consumido.
Calada tras calada,
se aproxima a los susurros
sin dueño, que,
humildes y hechizados, sostienen
la cadencia del ir y venir del tiempo,
del sudor entre colchones,
del amar con restricción.
MAR
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