Berlín no es la ciudad del amor. Tampoco es la capital de la ingeniería alemana. Solamente es -y el adverbio es más bien irónico- la capital cultural de Europa en los tiempos que corren: Los cines al aire libre se reparten por todos los distritos; los músicos callejeros, quizás procedentes de buenas orquestas, se acomodan en las esquinas, regalando música por el módico precio de pararse a escuchar y "la voluntad"; el arte se recorre, se encuentra pegado en las paredes, en el suelo, pintado en los muros, clavado en los árboles, en la gente; los museos están rodeados de colas de más de cinco horas al sol; la vida nocturna, la que no es de discoteca, que esa no la conozco, es agradable, variada, ingeniosa; las galerías de arte se esconden en cada rinconcito de la capital germana; las librerías de segunda mano no se buscan, aparecen. Y la historia, su historia no es más que la historia, aún latente, de las ansias de poder y la demencia de la raza humana, su presente, la comprensión del cosmopolitismo y la igualdad, la ecología, el desarrollo sostenible, el arrepentimiento.
Berlín, más que una ciudad hermosa, es una ciudad para disfrutar, para salir al balcón y respirar el aire limpio de una gran capital abarrotada de bicicletas más que de coches, de más perros que heces.
Como ha dejado escrito alguien por ahí: Berlin ist anders, una ciudad más para vivir y conocer que para visitar durante un par de días.
PD: No me apetece mucho escribir, como se puede notar, pero no quiero que se me acumule todo lo que tengo que contar de esta experiencia, así que ese es el principio.
¡Qué envidia (sana, siempre sana) me da este texto! Me espera un viaje a Ámsterdam dentro de 3 semanas y se me está haciendo eterna la espera.
ResponderEliminarBerlín tiene mucha historia porque es historia. Uno de mis próximos destinos sin duda, aunque siempre querré volver a Praga para quedarme allá.
Bueno, tu envidia por Berlín y la mía por tus viajes, se compensan más o menos...
ResponderEliminarLa espera merecerá la pena, ya verás.