lunes, 6 de mayo de 2019

Un viaje a Sarajevo I: El comienzo

Trato de imaginarme cómo sería este mismo viaje hace algunos años. Hace 30 años sería algo posible pero tal vez extraño. En 1989 poca gente, supongo, saldría de Zafra con la sola intención de llegar a Sarajevo para recorrer sus calles y tratar de entender la sociedad bosnia. Imagino que sería extraño porque, entre otras cosas, aún no habían sucedido los acontecimientos que se recuerdan hoy cuando pensamos en Bosnia, en Sarajevo, en la Avenida de los Francotiradores y en el necesario Holiday Inn; aún se mantenía en pie la Vejecnica, aún la ciudad no había sido asediada por los vecinos serbios. Hace no tantos años Pérez-Reverte emitía desde las calles de Bosnia y Sarajevo terribles crónicas de guerra, los ciudadanos huían del país y se instalaban como refugiados en otras partes de Europa. Aún hoy, cuando he comentado a la gente más cercana que voy a Sarajevo, hay quien piensa más en eso que en un país que renace y que busca recuperar una vida normal dentro de las fronteras de Europa; hay quien tiene cierto miedo, y no negaré que yo no me he enfrentado a un viaje así nunca: nunca he llegado solo a un país del que desconozco casi todo, del que llevo varios años leyendo y que no termino de entender, de cuya lengua desconozco la práctica totalidad. No sé qué me voy a encontrar y, realmente, tampoco sé qué posibilidades tengo de comunicarme en inglés con los sarajevenses. Voy con la idea de eliminar los prejuicios que aún yo conservo, con la intención de traerme de allí algo más de comprensión y de contar a quienes me leéis, lo que me encuentre, cómo y con qué espíritu se vive en Sarajevo.



De momento, el viaje comienza en tren desde Zafra y me llevará a parar en varios puntos: Madrid, Budapest, Sarajevo. Durante el largo viaje que comparto con un señor que ha tratado tomar un AVE en Sevilla para llegar a Madrid y que se ha encontrado con que estaban todos los trenes llenos para todo el día y se ha visto en la “obligación” de tomar un media distancia de Sevilla a Huelva para allí enlazar con el media distancia Huelva-Madrid, un tren que sólo circula los fines de semana y que, de diario, tiene salida en Zafra. Sea como sea, debatimos un poco sobre las necesidades del tren en Extremadura y ambos contemplamos con la calma que otorga la obligada paciencia el paisaje: junto a la estación de Mérida, el acueducto de los milagros muestra su esplendor junto a un cauce seco pero previsiblemente liberado. Pienso entonces en mi destino final de estos días, y pienso en que, por muy lejos que vaya yo ahora, según dice mi abuela, ya los romanos llegaron antes allí, ya aquella zona pertenecía a un mismo espacio político, aquella gente tenía cierta conciencia, como la tenían lo emeritenses de entonces, de pertenecer a Roma. Cuando se dividió el Imperio, cuando hubo un Imperio Romano de Oriente y uno de Occidente, Bosnia quedó justo en la mitad, justo en la frontera entre ellos y nosotros, se convirtieron ya entonces en un pueblo de diferenciación y de encuentro, según se quisiera ver.

Espero tener mucho que contar y poder actualizar con frecuencia este espacio durante los próximos días. De momento, Madrid ya se ve al fondo.

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