jueves, 9 de mayo de 2019

Un viaje a Sarajevo IV: Experiencias místicas


Después del día de ayer, soleado y sin apenas nubes, parecía que en Sarajevo sería imposible que lloviera, pero hoy ha amanecido lluvioso, nublado, un día de esos en los que poco apetece salir de la cama, de los de arroparse bajo una manta y leer tranquilamente. Pero yo he salido de la cama, tarde, eso sí, porque después del día de ayer, de apenas dormir la noche anterior, de los viajes, necesitaba descansar y, para qué salir a la lluvia sin planear el día. Así que he aprovechado la mañana para elegir qué sitios iba a ver y qué ruta iba a seguir.

Desde que he salido de casa he entrado en la Catedral ortodoxa de la Natividad de la Madre de Dios, la Catedral católica del Corazón de Jesús, el museo Galerija 11/7/1995, el Museo de los judíos de Bosnia y Herzegovina, el Museo Sarajevo 1878-1918, he asistido a un rezo en la mezquita de Gazi-Husrev y he llegado justo a tiempo para que me cerraran en las narices el museo ortodoxo, pero no la Antigua Iglesia Ortodoxa. Ha sido un día bastante religioso, aunque me ha faltado la Sinagoga Asquenazí, que estaba cerrada cuando he llegado.

De los edificios religiosos el que más me ha sorprendido ha sido, probablemente, la catedral ortodoxa. No había estado nunca antes en ninguna iglesia ortodoxa y me resulta curioso que no haya ningún tipo de silla o banco para seguir el culto. Es más o menos como una iglesia católica, pero está absolutamente vacía, sólo las paredes están ocupadas con cuadros. De algún modo ese espacio luminoso es sobrecogedor, da una idea de lo que aún falta por llenar, como si aún no estuviera terminado. Soy incapaz de imaginarme una ceremonia religiosa ortodoxa, aunque he oído que pueden llegar a durar hasta cuatro horas. No lo sé. De cualquier modo, también me ha parecido curioso, aunque razonable, el hecho de que sea casi únicamente en estos lugares ortodoxos donde se escribe con letras cirílicas. De hecho, en la Antigua Iglesia Ortodoxa, mucho más pequeña y blanca, más elegante, menos lujosa, la señora que me ha informado de que el museo estaba cerrado lo ha hecho hablándome en ruso y no en bosnio/serbocroata. No es que yo recuerde mucho de ruso, pero de algún modo es la única persona a la que he entendido con cierta claridad (todo en términos muy relativos) lo que me ha dicho desde que llegué aquí, y no creo que sea casualidad.

La otra experiencia religiosa que me llevo del día ha sido el rezo conjunto de los musulmanes en la mezquita de Gazi-Husrev. Pasaba casualmente por allí para ver el horario de visitas y los precios cuando, de repente, he visto unas pantallas encendidas a los lados de las zonas de rezo exteriores, poco después ha empezado a sonar por los altavoces una voz que ha ido guiando el rezo. En el interior de la mezquita, todo hombres, todos puestos en dirección a la meca, fuera, en dos zonas separadas, dos mihrab y frente a cada una de ellas, otro grupo de fieles, las mujeres en el de la izquierda, los hombres en el de la derecha. En la mezquita, situada en el recinto de la Baščaršija, reinaba el silencio, incluso con algunos curiosos, como yo, en el interior del patio de la mezquita. En el centro del patio, la fuente que utilizan los fieles para lavarse junto a un hermoso árbol. No tengo muy claro cómo, pero, de repente, en un momento, han empezado a salir los que estaban dentro de la mezquita, se han saludado, se han despedido, ha habido un momento de reunión, como los que hay a la salida de la iglesia los domingos, imagino, pero de algún modo en este acto había una parte de humildad, supongo que porque la ropa no era la misma que los domingos se usa para ir a misa (la más elegante, la bonita). Aquí la gente llevaba la ropa que le pillaba, asistía al rezo con la cotidianeidad de lo habitual. De hecho, de la mezquita Careva, la mezquita del Emperador, he visto salir a un militar, vestido con su uniforme, con el escudo de la Federación de Bosnia y Herzegovina en el brazo, lo he visto sacar la gorra del bolsillo y calársela para volver a la rutina del trabajo, imagino, para volver a ser un soldado más. Yo estaba dentro del patio, solo esta vez, sorprendido de nuevo por el hecho de que únicamente se escuchara el sonido del agua al brotar de la fuente, a pesar de estar junto a una calle por la que no dejaban de pasar coches.

De cualquier modo, la experiencia del día ha sido entrar en la Galerija 11/7/1995, dedicada a mostrar al mundo la masacre de Srbrenica en la que participó el ejército de la República Srpska mientras la ONU miraba para otro lado. Hasta el momento se han recuperado 8372 cadáveres, pero no se descarta que aparezcan más. Durante la visita he pasado momentos un tanto difíciles, he estado a punto de soltar alguna lágrima, la rabia y la impotencia, la incomprensión, han estado presentes durante la mayor parte de las casi dos horas que he estado dentro de la exposición. Es difícil de explicar que, después de tanto sufrimiento, después de escuchar a Radko Mladić decir que era el momento de vengarse de los turcos, la República Srpska sea una de las dos partes que conforman Bosnia y Herzegovina junto con la Federación de Bosnia y Herzegovina. La audioguía, en español, expresaba ese mismo sentimiento de desconfianza hacia la policía de la República de Srpska en uno de los actos conmemorativos por las víctimas de la matanza del 11 de julio de 1995, cuando cientos de musulmanes bosnios se acercaron a Srbrnica y la misma policía que les aseguraba el paso en autobuses era la misma gente que, unos años antes, los masacraba, pues anteriormente habían formado parte del ejército de la república de los serbios de Bosnia. El país, a consecuencia de esto, se ha puesto a la cabeza de la identificación de víctimas y cadáveres, ya que tan sólo siete años después de terminar la guerra, empezaron a trabajar con los huesos. He escuchado alguna historia devastadora, como la de algunos padres que entierran a veces un único hueso, que es lo que se ha encontrado de sus hijos, sólo por poder enterrar algo, porque no saben si, en algún momento se encontrará algo más. Y es que resulta que los asesinos movieron los cuerpos entre fosas para esconderlos, para decir que habían sido muertos en combate, para poner dificultades, al fin y al cabo, a la hora de juzgarlos por genocidio. De esos huesos pertenecientes a un mismo cuerpo y encontrados en varias fosas comunes, destaca uno, el de un hombre cuyos huesos han aparecido en cinco fosas diferentes. Tremendo.

Sea como sea, me quedo con lo que he escuchado a un sarajevés en el documental Miss Sarajevo, en la misma exposición y dedicado a la vida de la Jerusalem Europea durante el asedio: “El espíritu de Sarajevo es vivir juntos, y a quién le importa de dónde seas”.

De esta ciudad, del día de hoy, podría escribir aún mucho más, pero lo importante ya está dicho, hoy he visto de todo, he pasado de una religión a otra sin caminar demasiado, he tomado café bosnio con un tipo que se llamaba Huseim, que me lo ha preparado con una especie de zumo de limón con miel, azúcar, canela y agua para acompañarlo, y me lo ha explicado todo en itañol, y he mantenido una miniconversación en el mismo sitio con Mirža, que me ha deseado unos días geniales en Bosnia, y se le veía en los ojos que lo decía muy en serio. Podría seguir escribiendo, pero tal vez no terminaría nunca, y tal vez pueda escribirlo más adelante, con la calma de quien reposa lo que ha visto, vivido y sentido. De momento, como escribí ayer, en esta ciudad siento que he encontrado algo que reconozco, pero que no sabía realmente dónde estaba.  

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