Sobre el mirar

Ayer, en una afortunada salida nocturna por algunos bares salmantinos, descubrí, definitivamente, lo que intimidan, gritan, sostienen y valoran las miradas.

Recibí, o vi recibir, según el caso, miradas que suplicaban perdón, implorantes, aletargadas y como absurdas en el ruido; otras silenciosas y faltas de atrevimiento, puras y tímidas a un tiempo, replanteándose el momento, buscando un hueco entre la realidad y la idealidad para fusionarlas ambas al menos un solo instante. No faltaban las de compasión, acompañadas de una sonrisa más o menos burlona, y respeto, quizá alguna de admiración, grande, dispuesta a escuchar... No sé en qué quedaron la mayoría de ellas, ya digo que no todas, de hecho casi ninguna, iba dirigida a mí.

Lo que está claro es que se mira, que se ve, que una mirada vale más que mis palabras.

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