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Mostrando entradas de 2014

Trabajar y querer trabajar

Desde septiembre trabajo como profesor de español en Alemania, en un Gymnasium , algo así como un instituto, pero sólo "para listos". Hace aproximadamente una semana me comunicaron que, a partir de finales de enero tendré que impartir las clases de la "Fase de cualificación 2" ( Qualifikationsphase II - QII ), lo que en España sería el Bachillerato, vaya, al menos a un curso, el del equivalente a 1º de Bachillerato, y estar con ellos como profesor hasta el final, hasta que hagan el examen de Abitur , algo así como nuestra Selectividad.  Pues bien, además de haber recibido ciertos consejos y preocupaciones de algunos compañeros, que consideran que es un trabajo demasiado duro, puesto que se trabaja sin libro y hay que preparar mucho, muchísimo material, me he puesto a investigar cuáles son los campos temáticos de los que, durante los próximos tres semestres, tendré que hablar a los chavales: 1. "Individuo y convivencia social. Momentos cruciales en la vida human...

Por alguna razón

Por alguna razón, me interesan los lugares de paso, los mismos que a veces son de partida o de llegada. Me interesan las estaciones, los aeropuertos, los puertos y las aceras. Esos lugares que dejan a alguien atrás, mientras nosotros, o ellos, otra persona, distinta a la que se queda, avanzan en un sentido u otro, hacia este o aquel lugar. Hay gente de la que te despides cuando se pone el sol, mientras en otro sitio, dicen, alguien espera, a la mañana, tal vez. A veces, sin embargo, allí no nos espera nadie, y nos quedamos en la soledad de las calles, unas u otras, soportando el peso de la culpa, de la despedida, del adiós sincero, del adiós con prisas. Sin embargo, en ocasiones, esas despedidas no son como esperábamos, son antes -quizá después, las menos veces- de tiempo. Quizá ni siquiera llegan a ser, como si no hubiera que despedirse de nada o de nadie. Y el nudo en la garganta llega después, e intentas deshacerlo llegando a la carrera a la estación antes de que salga el tren - qui...

Historias de mi historia: Paseo de mañana por Berlín

Es 9 de noviembre de 2014. La ciudad por la que me muevo, entre el frío recién estrenado de un otoño que llega más bien tarde, es Berlín. Pero en mi mente no es ni esta fecha mientras camino. Aleatoriamente pienso en 1989, en el 9 de noviembre de ese año, y en 2010, en otra de mis visitas a la capital alemana. Los pasos que doy me llevan a un destino concreto, no es demasiado temprano, pero es domingo y poca gente hay en la calle a las diez de la mañana. Desde Kottbuser Tor hasta mi destino, un Kindergarten en Kreuzberg, hay poco más de quince minutos al ritmo que llevo: mochila cargada hasta arriba a la espalda, paso liviano y tranquilo; dejo que me roce el aire fresco en la cara, con las manos en los bolsillos y el gorro encajado hasta las orejas.  Esta vez estoy aquí por dos motivos que me recuerdan a dos fechas completamente diferentes que no tienen nada que ver más que la ciudad. Uno de ellos, el conocido, saldrá en todas las televisiones mañana, balones flotando por los aires...

Un pequeño apunte personal

Cuando supe que por fin me vendría a vivir al norte de Alemania, a trabajar en un instituto de Baja Sajonia, no pude evitar sonreírme y pensar en Fernando Aramburu.  Sálvense, a partir de ahora y por supuesto, todas las enormes distancias entre el easonense -me gusta a mí esta palabra, oye- y yo.  Sabía, y sé, sin despreciarlo, que para escribir, para retomar el contacto que tengo perdido con la literatura (la mía y la propia, pero sobre todo la mía) es necesaria la soledad, y de eso en este país no suele faltar. Es cierto que las similitudes son para quien las quiera ver, y posiblemente en este caso no haya ninguna.  No es que sea un admirador incondicional del escritor, no he leído toda su obra, de hecho, han sido sólo tres libros y de los más recientes - Los peces de la amargura, como lectura obligatoria en Bachillerato, Viaje con Clara por Alemania  y Años lentos , estos dos mientras vivía en Bonn- y reconozco que me gusta su literatura, aunque hubo algo en ...

Julio IV: Soria, día 3

El tercer y último día por tierras sorianas cambiamos de coche y de conductor. Pasó de conducir D. a hacerlo P. Se notaba, sobre todo, en la carretera: una, mucho más experimentada que el otro, se movía con fluidez por el asfalto. Después de terminarnos en el desayuno unos lacitos de hojaldre maravillosos, tomamos dirección hacia Tiermes, un pequeño emplazamiento celtíbero del que se conservan unos pocos restos bastante curiosos.  La carretera no era demasiado mala, como cabría esperar después de lo que habíamos visto los días anteriores. El último tramo, sin embargo, era notoriamente más estrecho; con dificultad pasaban dos coches por ella, algo a lo que no nos enfrentamos a la ida, pero sí a la vuelta. Junto al yacimiento se encuentra una ermita también románica, como el arte que nos acompañó durante los tres días en la provincia. Como en las ermitas que ya habíamos visto, ésta es de una sola nave y también posee un pórtico con esculturas, siguiendo el modelo de la que ya habíamo...

Cosas que no esperas

Alguien tiene un amigo que hace música y organiza concierto. Él mismo es músico y se encarga de estas cosas. Ésa, más o menos, es la explicación que me han dado para lo que acabo de vivir. Nunca me habían invitado a un concierto en un "doblao", en un desván. Cuando he llegado a la casa esperaba encontrarme con N. la chica que, de repente y sin esperármelo, me invitó a ir a su nuevo piso, en el que organizaban un concierto. Sonaba demasiado extraño como para poder perdérmelo.  N. es la inquilina del piso que fui a ver con la esperanza de podérmelo quedar a partir de noviembre. Ella tiene la esperanza de que también me pueda mudar a él, pero a ver, porque, de momento, otra chica ya se ha quedado esta noche allí a dormir porque no tiene nada más. Está difícil la cosa para muchos, no sólo para mí. Justo después de mostrarme el piso me dijo lo del concierto, me lo apuntó en un trozo de su libreta y me dio la dirección y la hora. Allí estaré, pensé. Y allí he estado. Al llegar N. a...

Carpe diem

En el centro donde trabajo hay un mural en el que se puede leer  Carpe diem . Está pintado justo en el hueco de la escalera entre la primera y la segunda planta, al ladito de la puerta de entrada principal del edificio, que no del centro. Ya lo había visto, el primer día, gritando fuerte a quienes pasan por delante (más bien, debajo) a diario que los días están para agarrarlos bien fuerte, para vivirlos, para juntarnos con aquéllos que nos suman  y no con quienes nos restan . Es extraño, en cualquier caso, esperar que la vida haga algo por ti si no has dado nada antes tú por ella, si no le has mostrado que estás dispuesto a arriesgar un mínimo.  Hay quien se niega a vivir de alguna u otra manera, quien se pone barreras y se opone a sí mismo, que es responsable en todo momento, que busca evitar cualquier sufrimiento, pero no sirve de nada no arriesgar, no buscar y no encontrar. Estoy dispuesto a cambiar de opinión a cada momento, a contradecirme, a enamorarme una noche y n...

Julio III: Soria, día 2

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No madrugamos excesivamente el martes, pero pudimos aprovechar el día lo suficiente como para hacerle al coche un buen montón de kilómetros. Salimos de San Esteban dirección Soria, atravesando la mencionada autovía del Duero. Poco después de pasar la subida de El Temeroso y comprobar que el camión seguía tirado -lo estaría también a la vuelta, se ve que era más difícil de levantar de lo que yo suponía-, cogimos un desvío a la izquierda que nos acabaría dando acceso a Calatañazor.  Es un pueblecino bastante pequeño, de piedra, en el que, para mi sorpresa, había, creo recordar, cuatro tiendas de souvenirs  y algún que otro turista. En una de las plazas, a la derecha de la calle principal entrando por la carretera, el busto de Almanzor , situado en el centro, justo delante de un vago jardín, observa acechante, serio, a los visitantes; es dueño y señor indiscutible de la historia de Calatañazor, aun cuando, según algunas versiones, es posible que ni siquiera perdiera allí la tan s...

Bremen: Primeras impresiones

Irse a alguna parte implica, irremediablemente, abandonar otra, dejar cosas atrás que muchas veces no querrías abandonar. Algunas no las abandonas para siempre, es verdad, vuelves a ellas, otras las dejas y no sabes si las volverás a tener cerca y te da igual, te importan tan poco como las que sabes con certeza que desaparecerán sin dejar rastro. Las peores son las que abandonas sabiendo que existe la posibilidad de que el tiempo las borre de ahí, de que ya no estén cuando vuelvas, y sin embargo no quieres que se vayan nunca. Es extraño despedirse de lo que quieres volver a ver y es posible que nunca veas, no por capricho, no, por necesidad.  Mientras el tiempo pasa allí, donde todas esas cosas se quedaron, yo procuro crearme una vida nueva, adaptada a lo que empieza, sin pensar demasiado en ello; no hay manera de cambiarlo, entonces, ¿para qué insistir? Procuro empezar en una ciudad completamente nueva, que conocía sólo de nombre y no de pasos. Me sorprende, para empezar, algo que...

Julio II: Soria, día 1

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El tren tarda bastante poco desde Vitoria hasta Palencia. Dos horas aproximadamente. Es un viaje que se hace bien, aunque ya sabemos que lo de bien o mal en un transporte público depende de la persona que esté sentada a tu lado o incluso del grupo de personas que se encuentren en el mismo vagón que tú. Aun así, no fue mal la cosa. Leí poco y escribí menos, pero al menos descansé, que buena falta me hacía, porque presentarme en Vitoria habiendo dormido poco más de cuatro horas y patearla durante cinco no ha sido una idea sensacional, hay que reconocerlo. En Palencia me esperaba D. en la estación, y, tras las cañas de bienvenida o de rigor, según se quiera, la cena en el Marrano y la final del partido del Mundial de Fútbol, la cama nos esperaba para descansar lo mejor posible, que el viaje hasta San Esteban de Gormaz no será largo, pero tampoco un camino de rosas. Salimos hacia San Esteban relativamente temprano, para aprovechar bien el par y medio de días que teníamos para ver la provin...

Julio I: Vitoria

Suelo hacer amigos con facilidad, eso no puedo negarlo. No sé si porque soy simpático o porque soy un pesado que la gente no es capaz de quitarse de encima. Pero lo cierto es que llegué a Vitoria, donde me estaba esperando Í. con mi encargo: Printze txikia . Manías mías, no puedo, o no suelo, llegar a un lugar que no he visitado nunca y que tiene lengua propia y no comprarlo. Esta vez era domingo, así que, previendo que las librerías podrían estar cerradas, le pedí que me lo comprara para no quedarme sin él.  A Í. lo conocí hace  dos años largos en Groningen, por esas cosas de la vida de que vas a visitar a una amiga que resulta que tiene un amigo que. Pues de ahí, de la casualidad (y Facebook, que lo hace todo más sencillo), aparece él hoy aquí. Amabilísimamente y después de dos años sin vernos, me enseñó la ciudad en las cinco horas que teníamos, me contó curiosidades de quien la vive y la conoce, quien sabe, por costumbre o curiosidad, qué sucedió allí y qué es lo que está ...

Poesía, poetas, un poema y el mar.

Vuelvo cada cierto tiempo a la poesía, siempre en busca de algo, a veces de consuelo, otras de ideas, de incertidumbres o certezas. Vuelvo, eso sí, casi siempre a los mismos poetas, sin arriesgarme demasiado a entrar en lo desconocido. Y es que, desde hace un par de años, me enfrento a ella con escepticismo. Son siempre poetas en español. En alemán nunca he conseguido descifrar, al menos no todavía, los secretos de los poemas, no de los que me he propuesto, sólo vagamente a poetas relativamente sencillos. Me hablaron ayer, sin embargo, de poesía, de poetas, de uno en concreto, o mejor, me mostraron ayer poesía ( ...from your lips and your hands. ). Gracias. Con esto, o sea, por este impulso, me he visto hoy en la necesidad de volver a los libros de poesía, los pocos que me quedan en Salamanca y buscar en ellos algo que guiara el estado de ánimo, los sentimientos, los calmara o, quizá, los ordenara. He vuelto, como hago a veces, a La ciudad blanca , al mar de Lisboa y a un mar cualquier...

Cambiar de ciudad, cambiar de vida

En cierto sentido uno no elige, muchas veces, lo que hace o deja de hacer. Las cosas vienen dadas, impuestas o aceptadas, sin muchas dudas o preguntas, las decisiones se toman por inercia, a veces, porque alguien ha demostrado, inculcado, hecho o deshecho cualquier tipo de cosa, espectáculo o favor que nos hace cambiar, de repente, la forma de ver algo, de entender algo, de pensar algo.  Yo estoy donde estoy por muchas razones. Primero quise ser traductor, hablar mil idiomas y ser capaz de transmitir el conocimiento de unas lenguas a otras. Luego supe -o más bien me hicieron saber- que eso no era lo que realmente quería, que lo que quería era dar clase, ser profesor y ser filólogo. Decidir qué filología no fue tarea fácil, si hubiera sido por seguir el ejemplo de quienes me mostraron las virtudes de estos estudios, sería clasicista o hispanista, sin ninguna duda. Supongo que fue por esa disyuntiva, por no saber cuál de los dos mejores caminos elegir, que elegí la tercera vía, la pr...

Diarios y desganas

Hace unos años, en Alemania, en Heidelberg, en verano, me compré una libreta, bien sobria y bien cara, para escribir en ella de todo y más: anotaciones, direcciones, números de teléfono, anécdotas, poemas, etc. Todo lo que me fuera necesario en algún momento, porque sí, por recordar, por un viaje inesperado. Lo que fuera. En un principio pensaba terminarla en un año, como mucho, y ya va camino de cumplir el tercero si nada lo remedia. Está más bien estropeada, no porque yo la haya tratado mal, sino porque ha venido conmigo a todas partes desde que la tengo. Solía -ya no tanto y no sé porqué- llevarla en el bolsillo, en la mochila o donde fuera, por si tenía que anotar algo, pegar algo o guardar algo. Una de esas veces que la llevaba conmigo me cayó encima el mayor chaparrón de mi vida. No exagero. Tardé cinco minutos en llegar de mi casa a la parada del metro, en Bonn. Cogí el metro para dos paradas nada más, pero desde mi casa a la parada se puso a llover como si se acabara el mundo. ...

Las ilusiones

Uno a veces intenta convencerse de cosas, para bien o para mal, las piensa y se las replantea, les da vueltas, como si con una vuelta más, girándola de tal o cuál manera consiguiera que cambiaran, que encajaran como deben encajar en el puzzle que se ha montado sin saber cómo ni cuándo. La ilusión, a veces, hace el resto, pero la ilusión no es realidad. Para nada. La ilusión es la idealización de algo que creemos que es verdad, "espero mi cumpleaños con ilusión". No es tu cumpleaños, sino que creas la ilusión de que lo es, y, cuando llega, la ilusión que tenías se convierte en realidad y nunca es la misma. Podemos escuchar a alguien decir, por ejemplo, que los niños esperan "con ilusión a los reyes magos". Una mierda. No son verdad esos reyes, les hacemos creer a los niños que lo son, pero es mentira, para qué lo hacemos es otra cuestión, pero les creamos una idea, la alimentamos, aunque sepamos la realidad, sin importarnos mentirles, porque la "ilusión" de...

Apología del papel

Me dijo una vez un profesor que era un romántico, por estudiar lo que elegí, y por querer estudiar lo que terminé no eligiendo. Supongo que es verdad, y supongo que se puede contar como romanticismo en el siglo XXI preferir el papel a lo digital. Ya conté hace algunos días que prefería las cartas . Y las prefiero por muchas razones, sobre todo por la historia. Desde siempre, creo, he despreciado en cierto sentido el tacto, así en general, como sentido. ¿Para qué queremos el tacto, para quemarnos, sentir frío, dolor, picor...? A veces otros cuerpos, otras manos, el papel, la suavidad de las paredes... Sí, es verdad, pero no sé si alguna de estas cosas es imprescindible. Seguramente no lo sea nada, o, al menos para mí, no creo que lo sean, pero hay algo, la historia, que se siente con los dedos, con las manos, con el cuerpo en general. Dejar que unos dedos se posen sobre unas páginas, que toquen y sientan lo mismo que hace cien años tocó otro alguien, exactamente lo mismo; eso es histori...

Los poetas

Me he preguntado alguna vez para qué siguen existiendo los poetas, o incluso cómo es posible que sigan existiendo, si todo lo que escriben, da igual qué, ya lo habrá dicho alguien, de alguna otra forma, y seguramente mejor. No hay nada nuevo en la poesía: vacío, amor, muerte, odio, vida, incertidumbre, destino... temas universales, como el hombre, tratados por hombres de antes y de ahora. ¿Para qué existirán, pues, los poetas, si repiten lo mismo en otros versos? ¿cuál será la necesidad que los impulse a reescribir una y otra vez lo que otros ya han escrito? Hoy creo saber la respuesta, y sencilla casi tanto como lógica: porque son otros los que habían escrito, porque decir por uno mismo no es lo mismo que decir por los demás, aunque el sentimiento sea el mismo, aunque la verdad sea igual de verdadera y el ideal igual de universal.  No nos sirven los versos de Quevedo si queremos decir lo que dice Quevedo, sólo si queremos reconocerlo, no nos sirven los de Goethe si lo que queremos...

Miles de kilómetros

Que me gusta conducir no es ningún secreto para quienes me conocen. No tengo muy claro por qué. Quiero decir, no sé qué atractivo hay en sentarse frente a un volante de un coche cualquiera, abrocharse el cinturón, quitar el freno de mano con la primera ya metida, pisar el embrague, girar la llave y, cuando el motor ya suena, pisar poco a poco el pedal derecho, el acelerador, y cambiar de marcha cuando el coche lo pida, porque lo pide. No sé qué es, imagino que la sensación del movimiento, saber que llegaré a otro sitio a decenas, cientos de kilómetros de distancia, aunque tras ellos, luego siempre haya que volver a casa, sea donde sea que esté la casa.  Lo importante es llegar, dicen, no lo sé, a mí me excita el hecho de ir, recorrer carreteras que no sabía que existían, parar en ciudades que desconocía, en áreas de servicio en las que una camarera cansada de la vida en la carretera, ni siquiera te mira a la cara, o, al contrario, camareras que te sonríen y alegran esa parte del ca...

Historias de mi historia: Cartas inacabadas

Me gusta el contacto real, a pesar de internet, a pesar de lo que facilita las cosas, he preferido, siempre, mandar cartas, quedar, escribir una postal desde un lugar más o menos lejano para dar a entender que, de verdad, tengo presente a alguien.  En el verano de 2012, sin embargo, en un tiempo que pasé en Wittenberg, tenía entre manos una carta difícil, la escribía y la reescribía, la leía, la rompía y recuperaba frases. Nunca escribir algo me había costado tanto esfuerzo y tantas dudas.  Creo que por cuestiones de tiempo, y creo que nunca terminé de escribir la carta en Wittenberg, creo que me faltaba darle un final solamente, cerrar con unas pocas palabras más, sinceras y concisas, una carta de un par de hojas, difícil de escribir, pero también, seguramente, de digerir. Por cuestiones de cabeza, creo, olvidé la carta allí, lo que llevaba ya escrito, casi todo lo que había que decir, ya por fin bien dicho. Creo, digo, porque no pude encontrar la carta cuando llegué a España...

Debate: El informe PISA

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El jueves 20 de febrero, a las 20:00, se hablará en el hotel Huerta Honda de Zafra sobre el informe PISA -en el que Extremadura ha salido más bien mal parada- y sus consecuencias, sus aciertos y desaciertos, sus interpretaciones y realidades. Los miembros del Colectivo Manuel J. Peláez , en el que participan varios exprofesores míos (artífices de la invitación: gracias) han creído oportuno invitarme para dar una opinión crítica sobre él, mi punto de vista como estudiante, junto a varios profesores de secundaria y un padre en este debate en forma de mesa redonda. Humildemente he aceptado este pequeño reto. Cosa de todos.

Decisiones

Uno se va de casa un día para empezar la Universidad, a estudiar, a labrarse un futuro a todas luces -pocas- incierto. Escoge una carrera y con ella llegan unos amigos, unas personas y no otras, una vida que antes no se veía está de repente frente a nosotros, con sus caminos, sus curvas, sus cruces. Decisión. Elección. Con cada nueva respuesta a un problema, con cada giro, nos creamos a nosotros mismos, y uno no se asombra -quién sabrá por qué- de no estar a merced de nadie. Decidir es tomar un riesgo u otro, o querer evitarlos. Llega un día en el que uno se licencia, paga su título y puede decir que es licenciado en tal o cual cosa, y no hay nadie, al menos no ese día, o no en este país, nadie, que esté esperando para ofrecer un trabajo. Tampoco es que el recién licenciado lo quiera: es joven y es tiempo de estudiar un Máster. Y estudia el Máster. Y después de él seguramente siga sin haber nadie a las puertas de la Facultad esperando para darle un trabajo después de que haya pagado su...

Propósito

- Volver a intentarlo, no abandonar.