La gente que espera en las estaciones, ¿qué piensa? Acabo de llegar a Salamanca, ya estoy de vuelta en casa, esperando a una compañera -Almudena- que me va a ayudar a subir todas las cosas a casa, aunque creo que eso ella no lo sabe, en la estación de autobuses. En esta estación, como en todas, hay besos, muchos, de todos los tipos posibles: apasionados, carnosos, húmedos, violentos, de compromiso, helados, de reencuentro, asqueados, útiles, sutiles, cálidos, cariñosos, estúpidos, duros, alegres, pobres, tristes, amargos... Besos. En la sala de espera la gente se amontona esperando que su autobús aparezca por la carretera, un vehículo que los lleve a casa o les ayude a escapar de la monotonía, a un lugar mucho menos conocido, quizá. A veces el autobús lo transporta a uno a un lugar mucho más espiritual que físico, como atravesando las fronteras entre la geografía y la imaginación. Salamanca es una especie de imaginación geográfica, al menos de momento, el camino impasible hacia la libe...